lunes, 16 de abril de 2012

Pensamiento del Día, 16-4-2012


«La concepción de la obra es imaginación. El autor ha pensado, imaginado cómo debía ser un libro desde la génesis de la poesía juglaresca hasta su acabamiento o decadencia. Mentalmente, el autor ha visto en la lejanía ideal, su obra. Y al verla así, la imaginación del autor creaba, realizaba una fina y elevada creación artística.»
 (José Augusto Trinidad Martínez Ruiz, conocido literariamente como «AZORÍN»; 
Monóvar, Alicante, 8 de junio de 1873 – Madrid, 2 de marzo de 1967. 
Fragmento de “Menéndez Pidal” en Varios hombres y una mujer, 1962.)
Concebir es siempre imaginar... Incluso en el plano meramente fisiológico, la mujer que concibe otro ser humano necesariamente pasará por diversos estados de anticipación gozosa o angustiada, de proyección ideal de la futura criatura, de avistamiento mental de un mañana que el ser venidero tornará dichoso o sombrío.
Y, claro, lo mismo ocurre con la concepción de una obra artística... Sin el paso por estados de anticipación más o menos intensos, sin proyecciones ideales más o menos verosímiles, sin avistamientos mentales de la inserción de lo creado en el panorama del mañana, no hay más que escritura automática o brochazos deslavazados... Por eso cuando la creación artística se ve en el dilema de reproducirse (con simple excelencia técnica) a sí misma o lanzarse a la dispersión diletante, se diluye y bucea en el tópico de la muerte del arte.
Porque, en realidad y como ya preveía Hegel, su única salida es la ironía... Es decir, imaginarse el mundo desde la distancia irónica. Porque reproducir es matar.
Nacho Fernández del Castro, 16 de Abril de 2012

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