«Resta saber por qué, en
nuestros días, es la imagen de la mujer de la «edad de oro», una «esclava» que intriga por los
pasillos cuando desespera de seducir, la que simboliza el eterno femenino
musulmán, mientras que el recuerdo de Um Salma, de Aixa y de Sakina no
despierta ningún eco y aparece extrañamente lejano e irreal.
La respuesta ha de buscarse sin
duda en el tiempo‑espejo donde se mira el musulmán para pensar su futuro. La
imagen de «su» mujer
cambiará con la imperiosa necesidad de enraizar su porvenir en una memoria‑libertad.
Quizá sea deber de las mujeres ayudarlo, incorporándolo, con sus
reivindicaciones cotidianas, a un presente maravilloso. Y el presente siempre
lo es, pues en él todo es posible. Hasta detener ese recuerdo y vivir enlazados
y confiados el ahora, sin más.»
(Fátima
MERNISSI; Fez, Marruecos,
1940. Final de las “Conclusiones”
de
El Harén político –El profeta y las mujeres-, 2002.)
El presente
no es sólo, ni mucho menos, lo que hay...
En el presente anida todo lo que podría ser, todo lo que es posible, todo lo
que ya fue.
Vivir
el presente, por tanto, no es, no puede ser, un mero ejercicio de hedonismo socialmente inactivo, sino la
firme voluntad, estoica, de luchar porque la conformación de la realidad se dirija hacia una razón global tolerable, hacia una equidad universal.
Nacho Fernández del Castro, 23 de Abril de 2012
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