viernes, 6 de abril de 2012

Pensamiento del Día, 6-4-2012

«Yo no he nacido para contar vidas de Santos,
pues mi voz es débil y algo profana.»
 (François Marie Arouet, más conocido como VOLTAIRE; París, 21 de noviembre de 1694 – 
30 de mayo de 1778. Inicio del “Canto I. Argumento” de La Doncella de Orleans, 1762.)
Debe ser un problema casi genético, pero me resulta imposible detectar santos y, mucho más, describirlos como tales…
Conozco y valoro, sin embargo, infinidad de buenísimas personas de cuya honestidad, dignidad, ánimo solidario, espíritu cooperativo, entrega desinteresada, cariñosa amabilidad, desprendido afecto o inteligencia preclara me encanta hablar y escribir.
En realidad, tampoco soy capaz de detectar demonios, aunque conozco y desprecio varias pésimas personas de cuya inmoralidad, indignidad, insolidaridad, egoísmo, cálculo interesado, distante hostilidad, avarienta aversión o estulticia sin límites prefiero no hablar ni escribir.
Mi problema, creo, es el mismo que el expresado por la ironía volteriana ante la vida y milagros de Juana de Arco: no creemos en seres ultramundanos y superiores, dioses o lo que sean, capaces de santificar o demonizar a nadie. Y, por ello, estamos persuadidos de que las bondades o maldades de cada cual proceden más de aprendizajes derivados de sus interacciones con el mundo que de cualquier voluntad supramundana.
En cualquier caso, yo pienso que la creencia en esas voluntades capaces de santificar y demonizar no es buena para nadie, con independencia de su nivel de ilustración. Y por eso desconfío profundamente también de quienes, en este mundo, se dedican a repartir bulas, santificando a unos (“democracias avanzadas”, “mundo libre”, “bien pensantes” o “gentes de orden”) y demonizando a otros (“tiranías retrógradas”, “ejes del mal”, “perroflautas” o “violentos antisistema”).
Nacho Fernández del Castro, 6 de Abril de 2012

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