sábado, 28 de abril de 2012

Pensamiento del Día, 28-4-2012


«Ella es ese barco. Forma parte de esos despojos tirados en la costanera hasta tal punto que uno no consigue saber dónde terminan éstos y dónde comienza ella.»
 (Álvaro MUTIS JARAMILLO; Cundinamarca, Bogotá, Colombia, 25 de agosto de 1923.  
Ilona llega con la lluvia, 1987.)
Vivir es, en buena medida, fundirse con los despojos que a uno le van creciendo alrededor... Las cosas proyectan su valor de uso, precisamente, en ese desgaste que da cuenta de su utilidad, de su unión, ya indisoluble, con la esencia de quien las ha usado. Por eso el valor que damos a “nuestras cosas” nada tiene que ver con el valor de cambio, con su precio (ya lo decía Machado: “todo necio confunde valor y precio”), pues acaban por formar parte de nosotros mismos: son esa prolongación necesaria que suple las limitaciones y debilidades de nuestro cuerpo, el fuego que Prometeo robó en el Olimpo para suplir las carencias de los seres humanos.
¿De y para qué sirve un procesador sin sus periféricos?... De y para lo mismo que un labrador sin su azada, que una ciclista sin su bicicleta, que un barrendero sin su escoba, que una intelectual sin sus libros, y, en general, que una persona sin las cosas que le permiten desarrollar su existencia. De y para nada.
Al final, los límites entre uno y “sus cosas” se difuminan tanto que nuestro yo acaba siendo reconocido y reconocible, precisamente, por y en ellas: el tipo de objetos que utilizamos para expresarnos, el tipo de ropa que usamos para vestirnos, el tipo de comida con la que nos gusta alimentarnos, el tipo de lugares que queremos visitar, los espacios en los que nos sentimos a gusto,... Al final, ¿somo, ante el mundo, algo más que todo eso?.
Nacho Fernández del Castro, 28 de Abril de 2012

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