«XI
El amor de mi hombre
no querrá rotularme y etiquetarme,
me dará aire, espacio,
alimento para crecer y ser mejor,
como una Revolución
que hace de cada día
el comienzo de una nueva victoria.»
(Gioconda BELLI; Managua, Nicaragua, 9 de diciembre de 1948. Estrofa final de “Reglas del juego para hombres que quieran amar a mujeres” en De la costilla de Eva, 1987.)
Pero
ni siquiera ese es el gran problema, o lo es sólo para una pequeña élite de
mujeres que, al menos, han alcanzado una alta
cualificación. El verdadero problema está en que, con demasiada frecuencia,
sus progresos en las organizaciones, aunque limitados, han de hacerse a costa
de asumir los propios patrones del
patriarcado y, con ello, se relega la cuestión esencial de la habitabilidad
de la estructura misma y se olvida el hecho de que las mismas barreras serán
situadas ante cualquier varón que se niegue a ejercer de macho dominante. En realidad, el problema sigue radicando en que
las inercias del patriarcales, con refinamiento simbólico o bestialidad física, siguen forzando a la inmensa mayoría de las
mujeres a arrastrarse, muy lejos de la posibilidad de imaginar siquiera techos
de ningún tipo, por un suelo
selectivamente pringoso, del que, muy especialmente ellas, no podrán despegar.
Nacho Fernández del Castro, 12 de Mayo de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario