«Perdí. Siempre perdí. No me irrita ni me preocupa. Perder es una
cuestión de método.»
(Luis SEPÚLVEDA; Ovalle, Coquimbo,
Chile, 4 de octubre de 1949 . Nombre de torero, 1994.)
Perder no es malo porque, en el mundo que nos ha tocado
vivir, los ganadores resultan
bastante repulsivos y siempre sospechosos. No es ya que la estética del perdedor resulte vertiginosamente
atractiva, no es sólo que el mundo de los
perdedores desarrolle lazos de solidaridad
y apoyo mutuo desconocidos por los amos del mundo... Es, sobre todo, que
aquí y ahora, cuando lo único que se globaliza
realmente es la opresión, el control y la
pobreza, estar entre los perdedores
es una situación casi inevitable: cada ser humano, si es sincero consigo mismo,
es, en muchos y diversos sentidos, un perdedor (y, en su intimidad ensimismada,
se sentirá como tal).
Claro
que, durante mucho tiempo, el sistema
nos ha hecho olvidarnos de todo esto permitiéndonos acceder, mediante la acumulación de deudas, a televisores de
colorines, viviendas en aparente propiedad, coches más potentes (al menos, en
el consumo de carburante), vacaciones en
las playas más concurridas y un sinfín de ocios
alienantes, hasta convertirnos en “curritos” sin conciencia ya de serlo... Y,
en realidad, a la inmensa mayoría de la población sigue costándole mucho
despertar de esa nube. No en vano son muchos los años de calculada modorra, de feliz enajenación sumida en el “opio del
bienestar fraudulento”.
Por
eso prefiere seguir pensando desde el tópico de que “lo importante es
participar” (¡y sigue votando!) con la esperanza de que los testaferros de los amos del mundo acaben por sacarla del
atolladero en el que ellos mismos nos han metido a todos.
Nacho Fernández del Castro, 15 de Mayo de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario