sábado, 26 de mayo de 2012

Pensamiento del Día, 26-5-2012


«La ejecución es muy rápida. Monterroso ha muerto de miedo 
antes de ser agarrotado. El público sólo percibe una brusca 
sacudida de carnes relajadas que por un segundo quedan rígidas 
para ablandarse lentamente. Le separan de la máquina y el médico 
certifica su muerte. El cadáver es colocado a un extremo, cubierto 
con una manta.»
 
 (Víctor CHAMORRO CALZÓN; Monroy, Cáceres, 29 de agosto de 1939. El Pasmo, 1987.)
Resulta curiosa la monotonía, casi burocrática, que transmite la descripción pormenorizada y aséptica de los pasos de una ejecución.... Y, sin embargo, esa misma frialdad puntillosa la hace mucho más terrible, si cabe, porque en ella la muerte aparece como un simple y último trámite cuyo cumplimiento debe ser administrativamente verificado y registrado. Algo así como “la póliza definitiva”.
Claro que puede ocurrir que alguien fuerce, para descrédito de la profesión de verdugo, la materia de ese formalismo postrero sin aceptar que el mecanismo previsto sea relevante en la ceremonia... O sea, que se muera de pavor antes de que el instrumento patibulario cumpla con su deber de segar la vida.
Y acaso por ello, las  llamadas “democracias avanzadas” han ido desarrollando eficaces instrumentos simbólicos para la gestión social del miedo por el poder que hacen ya innecesaria la función del verdugo (es, al fin y al cabo, el paso de la sociedad de El verdugo, 1963, berlanguiano a la que auguraban los Queridísimos verdugos, 1977, de Martín Patino).
Pero ya vemos que, en medio de esta opresión globalizada, cuando los brotes de insumisión crecen y amenazan con extenderse y hacerse más frecuentes, mucha “gente de orden” reclama la vuelta a lo clásico...  Cundo el miedo simbólico (la demonización, la exclusión,...) no basta para imponer el silencio sumiso, se recurre de nuevo a las porras y las togas... ¡E incluso hay quien reclama cadenas perpetuas y hasta la recuperación del más vil de los garrotes!.
Nacho Fernández del Castro, 26 de Mayo de 2012

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