miércoles, 30 de mayo de 2012

Pensamiento del Día, 30-5-2012


«En el túnel donde me violaron, un túnel que había sido una entrada subterránea a un anfiteatro, un lugar por el que los actores salían repentinamente de debajo de los asientos del público, una chica había sido asesinada y descuartizada. La policía me contó su caso. A su lado, me dijeron, yo ha­bía sido afortunada.»
 
 (Alice SEBOLD; Madison, Wisconsin, Estados Unidos, 6 de septiembre de 1963. Lucky –Afortunada-, 2002.)
Toda víctima tiene, al menos, el derecho a sentir su dolor como el mayor, el más profundo... Y las conductas violentas que lo provocan como las más detestables y perversas.
Nadie tiene derecho a relativizar el dolor de una víctima ante ella misma... Nadie puede proponer a una víctima “hipótesis de fortuna” por no haber sufrido una violencia mayor, una iniquidad más absoluta.
Y, sin embargo, tendemos a ver el dolor de los demas siempre desde “lentes relativizadoras”... Incluso intentamos negar el mal buscando legitimaciones psicosociales de las acciones más viles, como si el hecho de que algo fuese “racionalmente explicable” le concediese carta de naturaleza o eliminase toda su abyección.
Sabemos que el patriarcado, como fundamento y “naturalización” del dominio absoluto de los machos alfa sobre los grupos humanos, presiona sobre las personas hasta derivar, en determinadas condiciones, en el ejercicio de la violencia sexual... Pero, ¿hace ello menos deplorable una violación?. Es más, ¿puede resultar para la persona violada su dolor comparable, en algún sentido, con el de otras víctimas de otro tipo de violencia?.
El dolor de toda víctima es siempre absoluto, inconmensurable, y, como tal, debe ser respetado. No hacerlo así es, de algún modo, ponerse del lado de los verdugos.
Nacho Fernández del Castro, 30 de Mayo de 2012

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