«La palabra “política” sonaba con frecuencia, y si bien es
cierto que a mí esas cosas cada día me interesan menos, no por eso dejo de
darme cuenta de lo que pasa a mí alrededor. A veces, cuando en el callejón
mugriento donde vivo han muerto a alguien, por más que no lo quiera, tengo que
aspirar el olor nauseabundo de los criminales.»
(Ramón DÍAZ
ETEROVIC; Punta Arenas, Chile, 15 de julio de 1956.
Reflexión de Heredia en
La
ciudad está triste, 1987.)
Esta
sociedad, nuestra sociedad, en la que tantas personas ven y verán frustradas
sus esperanzas de salud o educación por los recortes mientras se salvan las
posaderas y se forran los riñones de unos cuantos banqueros con dinero público,
comienza a estar envuelta en el tenso
silencio (aún sumiso) que precede
a toda tormenta...
Nuestro
tiempo es duro y paradójico: descreídos de la política rastrera al uso vemos como cada día más y más siniestros
personajes engrosan las filas de una casta
política dedicada a mancillar su función y a diluirla en lo que llaman economía, en realidad mera ideología hegemónica que intenta legitimar el estado de cosas... Y,
cuando las torticeras legitimaciones de
lo que hay no cuelan, cuando la opresión
simbólica no funciona, retornan a uno de esos dúos clásicos que todo poder guarda en la recámara: porras y togas.
Nacho Fernández del Castro, 8 de Mayo de 2012
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