jueves, 24 de mayo de 2012

Pensamiento del Día, 24-5-2012


«Sí. Todos arrastrábamos una sombra. Pero al llegar a esta ciudad, tuve que confiar mi sombra al guardián de la puerta.
- Con ella no puedes entrar -me dijo el guardián-. O dejas tu sombra, o te despides de entrar en la ciudad. Tú eliges.
Y yo abandoné mi sombra
 (Haruki MURAKAMI; Kioto, Japón, 12 de enero de 1949. 
El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, 1987.)
¿Quién no ha dejado su sombra, frecuentemente hecha jirones, como salvoconducto de entrada a lugares que, tiempo después, ya sin nuestra propia sombra, se tornan insípidos, cuando no francamente insoportables?...
Y no es precio baladí. Cada cual es, sobre todo y ante todo, su sombra, el contorno que uno mismo va conformando y con el que interrumpe la luz que le llega, la figura que sobre paredes y suelos ofrece a los demás...
Y habrá quien diga que no, que en el fondo es otra cosa bien distinta... ¡Puro idealismo espiritualista!. No somos otra cosa que lo que proyectamos hacia los demás, en definitiva, que nuestra sombra. Porque, además, si queremos “proyectar hacia el exterior” lo que “no somos”, acabaremos por “ser, más o menos, lo que proyectamos”.
Por eso cuando decimos de alguien que “no es él (o ella) ni su sombra” estamos cometiendo una redundancia... Por eso, cuando algo nos a-sombra, nos deja momentáneamente sin sombra.
Así que cultivemos el sano escepticismo y no nos asombremos en absoluto de los lugares y aconteceres de esta ciudad-mundo... Porque sin sombra no somos nada.
Nacho Fernández del Castro, 24 de Mayo de 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario