lunes, 14 de mayo de 2012

Pensamiento del Día, 14-5-2012


«Cuando cumplió 50 años, decidió celebrarlo con los amigos de cuando tenía 25. Eduardo, el bailarín incansable; Federico, el seductor; Arsenio, el infatigable contador de chistes; Juan Carlos, el prodigioso bebedor de cerveza. La idea era rememorar tiempos felices y vinieron todos, pero los recuerdos habían ido quedando a pedazos en el itinerario de los años. Además, el bailarín tenía reuma, y el seductor miraba el reloj con angustia, deseoso de irse a casa, y el contador de chistes se los había olvidado todos, enterrada su alegría bajo los escombros de una jubilación mísera, y el bebedor de cerveza sólo tomaba Coca Cola, por su hígado. Cuando se fueron todos, se dijo desconsolado: “Los 50 años no se cumplen. Se nos vienen encima”.»
 (Mario HALLEY MORA; Coronel Oviedo, Paraguay,, 25 de septiembre de 1926 - 
Asunción, 28 de enero de 2003. “50 años” en Cuentos, microcuentos y anticuentos, 1987.)
El paso de cada década de nuestra vida está presidido por la sospecha y el recelo... La primera nos anuncia el fin de la infancia propiamente dicha; la segunda nos sitúa ante la imposibilidad de mantener ya la alegre irresponsabilidad adolescente; la tercera nos obliga a asumir directamente responsabilidades; la cuarta fuerza los primeros cálculos, un tanto turbios, del debe y el haber de nuestra biografía... Pero la quinta, ¡esa es directamente peligrosa!.
Ella se anuncia con los primeros dolores reumáticos y la gran amenaza cardiovascular, consolida los problemas orgánicos que rompen definitivamente con las antiguas costumbres de la desinhibición más o menos disoluta... Y, en esta quiebra del ayer convertido en retazos inconexos de recuerdos sin retorno, el deber y, sobre todo, las convenciones sociales van difuminando la vieja y, a veces, irreflexiva alegría.
Por eso esa quinta década no es un mero tránsito, una inercia del personal devenir, sino un heroico ejercicio de resistencia ante el alud de la conciencia del tiempo que se nos ha caído encima...
Al menos, siempre podrá alentarnos en el esfuerzo la esperanza de que, una vez superada, se abran tiempos nuevos, tiempos en los que esas convenciones pierdan todo su sentido y autoridad, tiempos en los que los dolores se hayan hecho ya nuestros dolores, tiempos en los que la ironía y el sarcasmo puedan ir ocupando el lugar de la alegría juvenil... Tiempos, en fin, más allá del bien y del mal.
Nacho Fernández del Castro, 14 de Mayo de 2012

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