PARÍS ERA UNA FIESTA
En 2005, con motivo de una
graduación de Bachillerato, observé algo inusual para los que nacimos en la
España de los 60: A la hora
de bailar “agarrados”, dos chicos bailaban juntos. Pensé que eso
era la señal de algo maravilloso, de la superación de tantos sentimientos
espontáneos y naturales reprimidos en el tiempo que nos tocó vivir. La
normalidad se instalaba en las vidas, la igualdad de género parecía llegar en
esos principios del siglo XXI.
Ya en 2012, cayó en mis
manos un reportaje sobre París publicado en El País Semanal. Una de las
fotografías llamó mi atención, “Celebración
del 14 de julio en 1928”. Me llamó la atención el ambiente festivo, el
vestido años 20 de la chica … Pero sobre todo, la imagen de dos niños,
uno con pantalones cortos, ya preadolescentes, bailando juntos. La alegría de
los años 20, el tiempo de ilusión posterior a la guerra, con otra guerra
amenazando esa vitalidad de las gentes….
El gris posterior de la
vida, la sumisión, el oprobio, la represión de la vitalidad y la alegría
humanas por los dogmas. ¡Cuántos años –años perdidos- tardó en volver esa
imagen!
Eso es lo que
verdaderamente está en juego; no la economía ni toda la basura ideológica que
transmite el poder; no dejemos que nos lo
arrebaten.
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