martes, 19 de junio de 2012

Pensamiento del Día, 19-6-2012


«Sangre de la ciudad,
si yo hubiera sido hermoso,
alma de la ciudad,
si hubiera sido honesto,
cuerpo de la ciudad,
si diáfano,
ojos de la ciudad,
o si valiente,
voz de la ciudad,
o enamorado cierto,
calles de la ciudad,
o algo
no tan ilusorio,
ciudad de mi ciudad.»
 (; Ciudad de México, México, 2 de marzo de 1944 - Madrid, España, 30 de julio de 2008. Poema 38, “Salida (y último)” en Volver a casa, 1987.)
En la ciudad global del espectáculo, nosotros mismos nos volvemos apariencias, espectros ilusorios que sólo toman cuerpo cuando se tornan mercancía... Nuestra condición ciudadana ya sólo cobra sentido cuando realizamos actos de consumo en algún mercado, cuando nos manifestamos como audiencia “zapeando” entre medios de comunicación, cuando participamos sumisamente en la ceremonia de las urnas eligiendo a este o aquel producto de marketing político (porque, evidentemente, ni siquiera podemos elegir a nuestros amos)...
Y, en este juego de espejos (o de espectros, de imágenes sin ser propio), ¿dónde va quedando “la ciudad de nuestra ciudad”?, ¿dónde se han ido tantos lugares (humildes, cutres a veces, pero entrañablemente reales) que conformaron nuestro ser, que delimitaron nuestro estar, que impulsaron nuestro crecer?... ¿Quiénes nos han  robado, en suma, los hitos que perfilaron nuestra máscara particular para actuar en el mundo, es decir, nuestra forma de “ser persona” (del latín “persona”, o “máscara con la que se cubre un personaje teatral”, al que llega a través del etrusco “phersu”, procedente a su vez del griego προσωπον o “prospora”, “máscara, lo que está delante de la cara”), de presentarnos ante los demás?.
En las ciudades uperizadas, homegeneizadas y pasteurizadas del presente, nada sabe ya a lo que debiera saber, nada huele a lo que debiera oler, nada suena como debiera sonar, nada ofrece las sensaciones táctiles que sólo habitan ya en el recuerdo, nada se ve ya como se debiera ver... Todo responde a la norma homologada por alguna transnacional americana, o japonesa, o alemana, o china...
Por eso resulta tan imprescindible la memoria... Es, en sí misma, un principio de resistencia.
Nacho Fernández del Castro, 19 de Junio de 2012

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