domingo, 3 de junio de 2012

Pensamiento del Día, 3-6-2012


«Si yo viviera en Francia, es probable que comenzara a gruñir como un francés. Me irritaría la burocracia, me deprimiría el éxito de la extrema derecha, no dejaría de sorprenderme la supervivencia de algunos de sus políticos. Pero como no soy más que un amigo que los visita de cuando en cuando, no tengo ninguna queja que presentar. Salvo una: la dudosa calidad del Beaujolais nouveau. Ni siquiera en Gran Bretaña se le bebe ya.»
 
 (Julian BARNES; Leicester, Gran Bretaña, 19 de enero de 1946. Something to Declare –Algo que declarar-, 2002.)
Cuando uno hace una visita de amistad a una casa, a una ciudad o a un país extraños, no se le ocurre, no se le debe ocurrir, comenzar a mostrar airadamente su discrepancia ante las costumbres, las formas de vida o las maneras de organizarse allí vigentes...
Por el contrario, a uno en su casa, en su ciudad o en su país debiera ocurrírsele contribuir siempre con vehemencia (con esa vehemencia que es muestra inequívoca de que los asuntos nos importan) a la voluntad colectiva por mejorar las cosas, por eliminar cuantas costumbres menoscaban a alguien, por buscar las formas de vida más inclusivas, por encontrar las maneras de organizarse más participativas y solidarias.
Uno, evidentemente, debe procurar vivir lo mejor que pueda procurando que cuantos le rodean también puedan hacerlo así... Y debe ir acercando, en su voluntad de mejorar las condiciones de posibilidad de la vida de cada cual, ese entrono a la humanidad misma... Eso sí, con la clara conciencia de que su lucha es por unas condiciones universales de posibilidad de la vida buena, y no por “una vida buena” prediseñada con carácter universal. Sobre todo, porque esto último ya es lo que intentan, con gran éxito, la publicidad y los mensajes homogeneizadores de los medios de comunicación social; y también porque cada quien tiene todo el derecho a buscar y encontrar lo que, particularmente, “le hace sentirse bien en la vida”.
Del mismo modo que tenemos derecho a elegir el vino de nuestra preferencia, por mucho que merezca el desprecio de los mejores sommeliers.
Nacho Fernández del Castro, 3 de Junio de 2012

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