miércoles, 20 de junio de 2012

Pensamiento del Día, 20-6-2012


«Cuando se alejaba por la calle, gris y casi desierta, hacia la estación, cerré los ojos para no verla. Todavía la veo, abandonada y solitaria en aquella salita fría de visitas de los escolapios, una sala con muebles pobres...»
 (Emili TEIXIDOR I VILADECÀS; Roda de Ter, Barcelona, 22 de diciembre de 1933 – 
Barcelona, 19 de junio de 2012. Andreu, tras despedir a su madre que había bajado con sacrificio a verlo al colegio de escolapios en el que estaba interno, en Pa negre –Pan negro-, 2003.)
En éste mundo inhóspito, ¿cuántas veces tenemos que cerrar los ojos para no hacer presente lo que no queremos rememorar?...
No, no es que el mundo sea ahora peor, más cruel e inhabitable que en otrara épocas... El gran problema es que, durante casi tres siglos, han venido engatusándonos con el mito del progreso.
El sistema que nace con las revoluciones burguesas en Europa (asentadas a sangre y fuego con el Terror), nos vendió la confianza en que todo avance en el conocimiento se traduciría en desarrollo industrial y éste, a su vez, en progreso social... Y compramos el mito, es decir, nos lo creímos.
Así que ahora, cuando descubrimos que ese progreso social sólo da para los mediadores financieros, sus testaferros políticos y sus voceros mediáticos, ya no sabemos qué hacer con aquella vieja confianza ilustrada que nadie querrá comprar, que nadie querrá creer... Y caemos en la confusión silente, en la sumisión o en la desesperación en medio de las salitas frías y pobremente amuebladas del clerical internado en el que se va convirtiendo el mundo.
Pero se trata de sacudirnos silencios y miedos, de superar desesperaciones o e indiferencias aprendidas, para, aún en la confusión, salir a las calles desiertas y grises de la vida y devolverles un poco de luz, un poco de algarabía, para, reivindicando nuestra voluntad de ser (con todos), intentar encontrar algo de esperanza común que permita vislumbrar algún horizonte colectivo.
Entre otras cosas, porque se lo debemos a gente, como Emili, que se acaba de alejar por esos caminos lúgubres, después de haber dedicado su tiempo a alentar los mejores sueños infantiles y sostener la más valiosa memoria adulta... Contra el miedo.
Nacho Fernández del Castro, 20 de Junio de 2012

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