«Cuando se alejaba por la calle, gris y casi desierta, hacia
la estación, cerré los ojos para no verla. Todavía la veo, abandonada y
solitaria en aquella salita fría de visitas de los escolapios, una sala con
muebles pobres...»
(Emili TEIXIDOR
I VILADECÀS; Roda de Ter, Barcelona, 22 de diciembre de 1933
–
Barcelona, 19 de junio de 2012. Andreu, tras
despedir a su madre que había bajado con sacrificio a verlo al colegio de escolapios en el que
estaba interno, en Pa negre –Pan negro-, 2003.)
No,
no es que el mundo sea ahora peor, más cruel e inhabitable que en otrara
épocas... El gran problema es que, durante casi tres siglos, han venido engatusándonos
con el mito del progreso.
El
sistema que nace con las revoluciones
burguesas en Europa (asentadas a sangre y fuego con el Terror), nos vendió la confianza en que todo avance en el conocimiento se traduciría en desarrollo industrial y éste, a su vez, en progreso social... Y compramos el mito, es decir, nos lo creímos.
Así
que ahora, cuando descubrimos que ese progreso
social sólo da para los mediadores
financieros, sus testaferros políticos
y sus voceros mediáticos, ya no
sabemos qué hacer con aquella vieja confianza
ilustrada que nadie querrá comprar, que nadie querrá creer... Y caemos en
la confusión silente, en la sumisión o en la desesperación en medio de las salitas frías y pobremente amuebladas
del clerical internado en el que se
va convirtiendo el mundo.
Pero
se trata de sacudirnos silencios y miedos, de superar desesperaciones o e
indiferencias aprendidas, para, aún en la confusión, salir a las calles desiertas y grises de la vida y devolverles un
poco de luz, un poco de algarabía, para, reivindicando nuestra voluntad de ser (con todos), intentar
encontrar algo de esperanza común que
permita vislumbrar algún horizonte
colectivo.
Nacho Fernández del Castro,
20 de Junio de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario