«En efecto, la India es el país de las cosas que son y no son, que
surgen y desaparecen; de las cosas cuya existencia, en todo caso,
no es demostrable con medios científicos.»
(Alberto
MORAVIA, pseudónimo literario de Alberto Pincherle; Roma, 28
de noviembre de 1907 -
26 de septiembre de 1990. -Una idea de la India. La Crónica de una Fascinación-, 1962.)
Lo exótico,
lo extraño, para eso que llamamos
Occidente, siempre se asocia con lo inestable,
con lo que puede ser o no ser (o ser y no ser, por momentos o espacios), con
lo que aparece y se difumina, con lo que está más allá (o más acá) de la lógica material de la ciencia.
Pero,
acaso, desde otros puntos de vista, la extrañeza
y el exotismo radique, precisamente,
en la estabilidad de las cosas, en la confianza en que nuestro mundo es permanente (lo que es, es; lo
que no es; no es) más allá de los procesos
de generación y corrupción propios del mundo
material, en la seguridad de que, en todo caso, también esos procesos están
determinados por una legalidad científica.
Y
seguramente ambos puntos de vista son exagerados, porque, si no es así, ¿qué
pasaría si los ingenieros que planifican viaductos o puentes se equivocasen
tanto como los sociólogos o los economistas cuando planifican o hacen
prospectivas?, ¿qué pasaría si el cambio fuera tan permanente que no tuviésemos
la más mínima seguridad de lo que nos encontraríamos al salir a la calle al día
siguiente?.26 de septiembre de 1990.
Por
fortuna, las calles suelen seguir, salvo catástrofes puntuales, en su sitio
(incluyendo los riesgos más
habituales)... Y los economistas y sociólogos se siguen equivocando cuando
juegan a la futurología.
Nacho Fernández del Castro, 22 de Junio de 2012
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