lunes, 11 de junio de 2012

Pensamiento del Día, 11-6-2012


«La simbiosis del Buen ciudadano con la máquina -englobante prenda de andar velozmente que, como los pantalones, se sujetaba a la cintura y al pecho mediante un doble cinturón- estaba tan reconocida que el Estado renovaba automáticamente el permiso de conducir cada cuatro años y, anualmente, la matrícula del coche, el día de cumpleaños de cada maquinero; lo cual equivalía a reconocer que tener coche era tener personalidad y ser responsable financiera y cívicamente, por lo que el permiso de conducir, había llegado a ser el mejor documento de identidad, pero documento de identidad de un homóvil, de un centauro de hombre y coche, no ya de un hombre, hombra o, mejor todavía, hembre o ser humano de cualesquiera de los dos sexos naturales y los múltiples sexos artificiales (tendríamos que cambiar de una vez la palabara machista en honor de las feministas, cuyo movimiento seguía avanzando aunque todavía con parsimonia, es decir, pisando huevos, pisando inútilmente palabras)
 
(Jesús LÓPEZ PACHECO; Madrid, España, 13 de julio de 1930 - London, Ontario, Canadá, 6 de abril de 1997. “Fuera de Texto” previo a la primera novela en la obra póstuma  
El homóvil o la desorbitación; Libro de maquinerías; Polinovela multinacional, 2002.)
http://aruasjf.files.wordpress.com/2008/08/jesus-lopez-pacheco.jpgAquí y ahora, no mañana y en las grandes mecas del capitalismo, la buena ciudadanía demuestra su condición de tal mediante estrictos actos de consumo, mediante la entusiasta asunción de lo que la publicidad consagra como nuevos símbolos sagrados del bienestar homologado que, automáticamente, conceden a sus poseedores credibilidad financiera y cívica...
Así que si uno quiere conocer la personalidad de algún ser humano del “mundo desarrollado”, olvídese de cualquier consulta a psicólogos o psiquiatras, y analice cuidadosamente sus hábitos de consumo. Ahí encontrará la clave.
Ello incluye, por supuesto, sus hábitos de consumo político, es decir, qué “marca política” elige y por qué, o qué razones le podrían llevar a cambiar de producto en su próxima visita al mercado electoral.
Y es que, al final, nuestros “periféricos” (los medios de transporte que utilizamos, los cauces mediante los que nos informamos y a través de los que nos comunicamos, el tipo de alimentos que ingerimos, la vivienda que habitamos,...) acaban por ser los que nos definen y nuestro yo (sea lo que sea esa suerte de biosoftware) acaba por quedar reducido a ellos.
Por eso resulta tan lento, por no decir inútil, combatir la opresión estructural del sistema desde los cambios lingüísticos, luchar contra los hechos moralmente reprobables desde una “forma nueva de hablar” inevitablemente superestructural.
Podemos verlo con los propios eufemismos que tan gratos resultan a los poderes formales (para disimular, sin gran éxito, su inutilidad pública y su servilismo ante los poderes materiales): unos negaban antes la crisis económica, llamándola “desaceleración” o “crecimiento negativo”, pero el pueblo la acabó pagando en forma de vergonzosa socialización de pérdidas privadas y reducción de derechos; otros niegan ahora el rescate económico, llamándolo “préstamo a las entidades financieras sin contrapartidas fiscales” y vendiéndolo como un “logro alcanzado gracias a las reformas estructurales acometidas”, pero el pueblo sabe que acabará teniendo que pagar más impuestos ligados a sus consumos básicos y que se seguirá radicalizando el ataque a sus derechos sociales y laborales.
Y es que las condiciones materiales de la vida son siempre, en definitiva, mucho más duras y precisas que las palabras con las que las designamos/ocultamos.
Nacho Fernández del Castro, 11 de Junio de 2012

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