«A menudo se producían altercados callejeros, y no era raro
que se incendiara algún comercio de un súbdito francés o español simpatizante
con los galos a los que despectivamente el pueblo comenzó a llamar botiflers en alusión a la flor de la heráldica
borbónica.»
(Juan Ramón BARAT DOLZ; Borbotó, Valencia,
7 de agosto de 1959. Párrafo del “Capítulo 17”en
1707: El sueño perdido, 2007.)
Si
tiramos una cabra desde un campanario, lanceamos colectivamente un toro o lo
torturamos ritualmente durante un tiempo, es cosa nuestra. Que nadie venga con
pretendidas “superioridades culturales”, “derechos
de los animales” u otras zarandajas... ¿Que le echamos a Wert para que lo
españolice!.
Y,
curiosamente, esos desmanes populares
contra el refinamiento foráneo, siempre fueron jaleados y animados por los amos del lugar, por las eternas fuerzas vivas... Entonces no se hacía del asunto una cuestión
de orden público, no se clamaba por el uso de las porras y las togas contra ese pueblo
levantisco, sino al contrario.
Por
eso resulta más curioso que, cuando un ministro de apellido tan poco español
como Wert trata de imponernos un credo
neoliberal (tampoco muy hispano) desde una ideología educativa que, más que al servicio de la españolización de las periferias, se
pone a disposición del capricho de los mercados
para producir una gran masa de mano de
obra de baja cualificación, presta a aceptar desregulaciones y precariedades laborales, y reproducir las pequeñas élites de alta cualificación
entre los vástagos de la clase hegemónica,
el “espíritu patrio” no alce su voz contra quienes, perros del amo, tratan
de acallar las protestas a porrazos y
condenas.
Nacho Fernández del Castro, 16 de Octubre de 2012
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