sábado, 6 de octubre de 2012

Pensamiento del Día, 6-10-2012



«Francisco levanta la vista, dejando la redacción de un oficio a mitad de camino. Es el silbido del viento, que lo hace recordar la pequa casa de madera, en la costa. Sin que se haya dado cuenta, ha transcurrido más de un año. Era la segunda quincena de marzo del año anterior. Los veraneantes habían desaparecido. El viento soplaba, en las tardes, y cubría el mar de crestas espumosas. Una pareja de ancianos rezagados caminaba por la playa todos los crepúsculos, de chal y bastón. Cada vez oscurecía un poco antes. Bajaba una noche vasta, lúgubre, que acentuaba la sensación de haber roto con el engranaje ciudadano. Una sensación que se mantuvo hasta las postrimerías de un domingo en que debió preparar maletas apresuradamente. La última fecha del feriado legal había sido tarjada en el calendario. El verano recién terminado no pudo salir. Un tratamiento a los dientes había comprometido su sueldo para muchos meses. Pasó los quince días hábiles en Santiago, entrando a los cines y vagando, de noche, por las calles, con el consuelo y el estímulo de una cerveza esporádica. En el silencio de la oficina, el viento estremece los vidrios. Francisco piensa que el viento, el viento huracanado de la costa, abre de golpe las ventanas y arrasa con papeles, archivadores, carpetas, tinteros.»
 (Jorge EDWARDS VALDÉS; Santiago, Chile, 29 de junio de 1931. Inicio de “El Funcionario” en  
Gente de la ciudad (Cuentos), 1962.)
Vivimos en la deriva de un viento huracanado... Vívido recuerdo, a veces, de tiempos anodinos que aquí y ahora, sin embargo, en esta tiniebla confusa, recordamos con nostalgia... Simple deseo, en ocasiones, de que tantos oprobios del presente sean barridos de un plumazo.
Y con frecuencia sentimos que no podemos controlar ese viento de la vida... Y parece que nos supera deshaciendo esperanzas y sueños, situándonos ante el paso del tiempo sobre nuestros ancestros, alejando espacial y temporalmente los afectos, provocando dolores siempre injustos a un buen amigo, cerrando ilusiones y horizontes.
Pero, al fin y al cabo, nuestras rutinas cotidianas siguen ahí... La burocrática mesa en la que, como probos funcionarios del vivir, vamos redactando y dando cursos a los oficios que documentan nuestra forma de estar en el mundo sigue ahí.
Y, aunque por tantos motivos personales podamos estar un poco tristes, siempre habrá un José Manuel Castelao Bragaña (efímero Presidente, en este caso, del Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior por la, una vez más, torpe voluntad de la Ministra de des-Empleo, Fátima Báñez) que, con afirmaciones como "las leyes son como las mujeres, están para violarlas", nos sacudirá cualquier languidez del ánimo, para disponernos de nuevo a la denuncia de la cruel hipocresía de quienes, ufanamente parapetados tras su apariencia de gentes de orden, conservadores de toda la vida, no ponen demasiado énfasis en evitar que se les puedan escapar sus verdaderas formas de ver y entender las cosas... Formas que, como es el caso, no se paran en barras para hacer apología de la violencia machista o la burla de las leyes (cuando les conviene) que ellos mismos hacen a su antojo y en cuyos recovecos tantas veces se refugian.
En fin, que uno no tiene tiempo ni a entristecerse privadamente  ante tanta desvergüenza y tanto descaro públicos.
Nacho Fernández del Castro, 6 de Octubre de 2012

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