«La única literatura necesaria es siempre una respuesta a lo
que todavía no ha sido formulado.»
(JULIEN GRACQ, pseudónimo
literario de Louis Poirier; Saint-Florent-le-Vieil, Maine-et-Loire, Francia,
27
de julio de 1910 - Angers, 22 de diciembre de 2007. Carnets du grand chemin –A lo largo del camino-, 1992 -2007 para la última edición en
castellano-.)
Sabemos
que la literatura universal no puede
generar todos los años cuarenta novelas como La caverna de Saramago,
pongamos por caso; pero poniendo en circulación sin descanso pseudoliteratura de usar y tirar,
siguiendo el ejemplo de los grandes imperios
editoriales, lo que se hace es tupir una red que impide la posibilidad
misma de que nuevos Saramagos potenciales puedan respirar, escribir, publicar,
ser leídos.
El
negocio del arte, en fin, lo único
que hace es reiterar millones de veces respuestas
trilladas, progresivamente más simples,
a preguntas formuladas en otras tantas ocasiones... Y, por desgracia, ya
sabemos que en hacer simple lo que, de
suyo, es complejo radica el mayor de los oscurantismos.
Por
eso no es gratuita ni casual la degradación y fragmentación de la antigua Dirección General del Libro, Archivos y
Bibliotecas, en una Subdirección
General de Promoción del Libro, la
Lectura y las Letras Españolas, dentro de la Dirección General de Política e Industrias Culturales y del
Libro (dependiente de la
Secretaría de Estado de Cultura del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte)...
Wert y su gente consideran que el libro sólo tiene interés en cuanto generador de industrias... Y por eso han llevado a cero el presupuesto de compras de las Bibliotecas Públicas que dependen directamente
de ese Ministerio. El cierre de esos “equipamientos librescos” podría provocar
una respuesta social demasiado airada; pero, entre tanto, bien está, a coste
cero, convertirlos en artefactos muertos (que van ahogando, de paso e
indirectamente, por anulación de
suscripciones,
una buena parte de las revistas
culturales y científicas), sin proyección posible. Porque así se va creando
el caldo de cultivo para que la gente, sin pecunio propio ni recursos públicos
para acceder a los ya escasos intentos de aprehender
el mundo en toda su complejidad, se conforme con las respuestas más interesadamente simples. O sea, las más oscurantistamente convenientes para el poder establecido.
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