«Casi nadie se percató de tu presencia. Permiso, decías,
permiso, abriéndote camino hacia la puerta de donde salía la voz de mujer que
lloraba. Cuando llegaste a plena luz de velas y mecheros te sorprendiste
enormemente. Ahí estaba el cadáver con su violín en un costado rodeado de
mujeres que no levantaban la cabeza para nada; sólo una lloraba inconsolable.
Era Antuca, la madre...»
(Félix HUAMÁN CABRERA; Pariamarca, Canta, Lima, Perú, 15 de marzo de 1943. Agomayo, río de arena, 1971 –última
edición en 2002-.)
Esa mayoría
silenciosa de la que tanto gusta hablar la casta política en turno de gobierno como un “mudo pero inmenso
apoyo ajeno a toda forma de protesta”, está aquí, presente, sin que casi nadie
se percate, más allá de esos meros (y torticeros) intereses instrumentales... ¿Conservará aún alguna mínima capacidad para conmoverse (si no ya para
rebelarse y defenderse activamente) ante la agonía
forzada de la educación pública,
de la salud pública, de la cultura?.
En
realidad, el aquí y el ahora es, sobre todo, el tiempo que crea espacios
para la muerte de lo público, de
cuanto es antes derecho que mercancía, de todo lo que no es
susceptible de ser convertido en negocio...
Y, mientras la población sumisa
acepta pagar el coste de las neoliberales
transferencias de lo público a lo
privado mediante el principio de “socialización
de las pérdidas, privatización de las ganancias”, va acercándose a un
futuro donde la educación, la salud o la cultura estarán sólo al alcance de quienes puedan y sepan pagárselas
en los mercados correspondientes.
Tal
vez entonces, sobre el cadáver de lo público,
agarrado aún a sus libros y su fonendoscopio, sólo llore inconsolablemente la democracia.
Nacho Fernández del Castro, 22 de Octubre de 2012
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