viernes, 26 de octubre de 2012

Pensamiento del Día, 26-10-2012



«Afilar el lapicero se dirige a los que escriben, a los autores, pero también a los correctores, a los editores, a los supervisores, a los jefes que dan el visto bueno, a los lectores que quieren tener criterio. En cualquier caso conviene conocer bien las herramientas utilizadas. ¡Qué flexible, versátil, poderoso y resolutivo es el discurso!, cuando se utiliza con perspicacia. Pero ¡qué torpe y simple puede llegar a ser si se usa mal!. ¡Cómo confunde, atolondra e irrita, en estos casos!.»
 (Daniel CASSANY I COMAS; Vic, Barcelona, 1961. Párrafo de la “Presentación” en Afilar el lapicero, 2007.)
Decimos y decimos, pero se hace poco... A veces da la sensación de que, más bien, no se hace nada.
Las cosas están muy mal y elaboramos cientos de discursos sobre lo mal que están las cosas... Pero unos pocos, interesados en mantener y acrecentar su posición de privilegio, hacen cuanto está en su mano porque las cosas sigan más o menos igual. Y los demás se resignan con más o menos alboroto.
Dirá alguien que lo que pasa es que las palabras no sirven de nada... Pero no es cierto: decir es ya, en sí mismo, un hacer cuando se dice bien, cuando la voz de la perspicacia desgrana los signos oportunos para, de forma versátil y flexible, comunicar el mundo e incitar a otras voces, igualmente perspicaces, a un debate para el encuentro de lo comunicado. Entonces, sí, el discurso se torna en el arma más poderosa para comprender mejor la realidad y buscar, colectivamente, los cauces más resolutivos para su transformación en aras del verdadero e siempre imperfecto bien común.
Pero, por desgracia, estamos acostumbrados a los ecos de los pésimos e interesados discursos de la casta política, de sus amos (los grandes mercaderes) o de sus voceros (los llamados medios de comunicación social), que sólo pretenden representar a su gusto la realidad para, con torpes simplificaciones, confundir.
Por eso, ante ellos, las gentes responden con atolondrada sumisión o con irritación vociferante.
Y ambas son poco efectivas para cambiar de verdad las cosas... Así que se trata de que cada cual intente afilar su lapicero, para dominar las destrezas comunicativas propias del bien decir... Y para ello habrá que comenzar por resistir los ataques que están recibiendo dos de sus instrumentos fundamentales: la educación y la cultura universales y públicas.
Nacho Fernández del Castro, 26 de Octubre de 2012

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