domingo, 21 de octubre de 2012

Pensamiento del Día, 21-10-2012



«Dios –según Nietzsche– está muerto,
pero, como arma de usos múltiples,
sigue siendo operativo.
Y, al no estar protegido por patentes,
es comercializado en todo el mundo.»
 (Günter Wilhelm GRASS;  Ciudad libre de Dánzig, actual Polonia, 16 de octubre de 1927; Premio Príncipe de Asturias de las Letras y Premio Nobel de Literatura 1999. "Breve homilía dominical" en Acuarelas, 2002.)
Cuando el mayor de los dislates (cualquier “guerra santa” o el asesinato de un blasfemo, por ejemplo) se pone en boca de un dios tonante  hasta la estupidez, el latrocinio y la felonía se legitiman.
Por eso, aunque en buena parte del mundo económicamente desarrollado el proceso de secularización ha evolucionado con éxito en las conciencias de la ciudadanía, generando ambientes “razonables” de convivencia tolerante, las religiones institucionalizadas, gestoras de alguna representación operativa de la divinidad, mantienen un “poder en la trastienda” derivado de las potencialidades residuales de todo dios como legitimador de arbitrio político.
Por eso también, ese poder político, los Estados y sus estructuras formales, no tiene ningún interés en responder a esa razonable “secularización ciudadana” con propuestas socialmente sensatas de ritos de paso (de nacimiento, de paso a la adolescencia, de llegada a la madurez, de unión de proyectos personales de vida, de muerte) capaces de sustituir el control que las religiones institucionalizadas siguen manteniendo sobre ellos.
El Estado moderno (y las fuerzas vivas que constituyen los poderes reales en cada contexto social) siempre supo perfectamente que la religión era un excelente aliado para el control del pueblo (ya Voltaire decía que la moral es la religión de los fuertes, como la religión debe ser la moral de los débiles) y, por eso, dios, aunque “racionalmente muerto” (léase, si se quiere, “innecesario”), podía y debía seguir prestando valiosos servicios como “arma de usos múltiples”... Sobre todo para deslegitimar y demonizar las disidencias y resistencias. Y, ¡aprendan los mercaderes y defensores del copyright!, para tales usos instrumentales siempre fue mejor la carencia de patentes protectoras... Porque, ¿qué mejor que un dios dúctil y hasta acomodaticio, capaz de comercializar esas nuevas funciones según las peculiaridades de la demanda de cada pueblo?.
Nacho Fernández del Castro, 21 de Octubre de 2012

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