«Muchas mujeres que
pertenecieron a las clases privilegiadas de la Nueva España se involucraron en
la insurgencia y acogieron en su casa a los desafectos del régimen, propiciando
la celebración de tertulias y otras reuniones en las que se conspiraba.
Incluso, muchas de ellas no dudaron en comprometer su seguridad personal, su
fortuna y hasta la vida para comprometerse con la causa de la Libertad.»
(Celia Del PALACIO; Ciudad de
México, México, 1960. Inicio del “Capítulo 1: Las
mujeres de la élite” en Adictas a la
insurgencia, 2007.)
Pero,
además, es un papel, en sí mismo, paradójico, por cuanto se debe, ante todo y
sobre todo, a la distribución sexual del
trabajo que “especializa” la mujer
en las tareas de reproducción y cuidado ligadas a valores como la ternura o
la solidaridad, mientras el hombre se
dedica a tareas de producción y creación vinculadas a valores
como la fuerza o la competitividad... Ellas, en
consecuencia, actuarán en el discreto
silencio del segundo plano, de lo oculto.
Ellos, por el contrario, buscarán la sonora
visibilidad del primer plano, de
lo ostensible.
La
rebeldía frente al oprobio necesita, por supuesto, de
mujeres y hombre... Pero, además, necesita de ambos en vanguardia y retaguardia.
Nacho Fernández del Castro, 27 de Octubre de 2012
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