«Por la acera iba un hombre doblado por la mitad. Intentaba
protegerse pero no servía de nada, estaba empapado de pies a cabeza. Bajé más
la ventanilla y le pregunté si por casualidad conocía la calle o avenida de los
Castaños...»
(Olivier ADAM; Draveil,
Essonne, Île-de-France, Francia, 12
de julio de 1974. Párrafo del “Capítulo 8” en
À l'abri de rien -A la
intemperie-, 2007.)
Hoy, con la que está cayendo, cada cual anda,
a su manera, patéticamente encorvado tratando de protegerse... Y sabemos que de
poco sirve, que cuando cada cual sólo acierta a intentar hacer frente a la
tormenta con una postura individual,
lo único que consigue es empaparse más incómodamente, poniendo en riesgo
algunas de sus articulaciones.
Así que, si no queremos entregarnos sumisamente a esta forzada “inmersión neoliberal”, tan pródiga en torrenciales
recortes de lo público y mermas de derechos, lo mejor es que
vayamos pensando en unir fuerzas con quienes quieran participar de esa “resistencia a la mojadura” para ver si, colectivamente, somos capaces de
recuperar o habilitar algunas techumbres, por precarias y endebles que, inicialmente, puedan parecernos.
Y es que las grandes avenidas que, adornadas
por los árboles más simbólicos e imponentes, conducen a las mansiones más
seguras ya nadie sabe donde quedan (salvo los dueños de las mansiones, claro
está)...
Nacho Fernández del Castro, 18 de Octubre de 2012
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