sábado, 10 de noviembre de 2012

Pensamiento del Día, 10-11-2012



«Cuando el escritor empieza a descubrir que no le importan los lectores, que no le importa lo que escribe, que no se importa a sí mismo, está a punto de la parálisis. Hay un temblor de la mano derecha que los médicos llaman "calambre del escritor". El verdadero calambre del escritor es la indiferencia; porque la indiferencia tiene siempre efecto retroactivo.
Cuando, de pronto, no nos importa una cosa, es como si no nos hubiera importado nunca. La memoria carece de memoria. Y toda la actividad pasada, toda la obra en marcha se presenta como una farsa bamboleante, levantada sobre el más estremecedor vacío.
Éste es el Larra de los últimos tiempos. El escritor que ha de matarse, entre otras cosas, para no seguir escribiendo. El hecho de dejar de escribir en vida habría supuesto otra forma de suicidio no menos dramática. Sólo se suicida el que ya está muerto por dentro
(Francisco Alejandro Pérez Martínez, conocido literariamente como Francisco UMBRAL; 
Madrid, 11 de mayo de 1932 - Boadilla del Monte, Madrid, 28 de agosto de 2007.
Larra, anatomía de un dandy, 1965.)
Ante las sombras que nos rodean uno cae a veces en la tentación de la huida, de situarse más allá del bien y del mal, en ese refulgente territorio en el que nada importa más allá del instante inmediato...  Nada importan los demás porque aparecen ante nosotros como fenómenos efímeros que pasan por nuestro tiempo concreto y se diluyen enseguida en un devenir discontinuo... Nada importa, por supuesto, nuestra propia forma de ver y expresar un mundo que nos negamos a entender y comunicar... Nada importamos, en definitiva, nosotros mismos, sujetos de un situacionismo terco que niega cualquier atisbo de biografía.
Por analogía con el llamado “calambre del escritor”, esa imposibilidad física de utilizar la mano escritora, presa de temblores, podríamos llamar esa huida temerosa de una realidad hostil “calambre de la ciudadanía”, por cuanto quien la padece suspende dicha condición en una parálisis de la voluntad participativa.
Pero, claro, dejar de ejercer la ciudadanía consciente y crítica no es lo mismo que dejar de escribir... A un escritor de raza, o un dandy romántico, puede parecérselo, porque su autopercepción le llevará probablemente a pensar que sin ese ejercicio de la escritura, o con una escritura inerte y sin brillo, su propia vida carece de sentido y se convierte en un muerto viviente candidato el suicidio. Pero el caso es que quien huye de su entorno lúgubre para refugiarse en el instante, en un carpe diem permanente, ufananebte solipsista, niega, por la vía práctica, todo, al renunciar voluntariamente a toda posibilidad de permanencia... Y, con ello, inevitablemente, renuncia también a encontrar sentido alguno a la vida, a su vida. Y queda expuesto al peligro de la toma de conciencia en cuanto compruebe que los resplandores de su territorio de lo efímero e intranscendente son puro neón, mera apariencia.
Nacho Fernández del Castro, 10 de Noviembre de 2012

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