jueves, 22 de noviembre de 2012

Pensamiento del Día, 22-11-2012



«Temo el silencio de los buenos.»
 (Pintada en un muro de Madrid, Octubre de 2012.)
En estos tiempos confusos en los que las sombras impiden atisbar horizontes precisos, encontrar referentes lúcidos, albergar esperanzas razonables, el peor enemigo de los más no es el afán de acumulación, el egoísmo ufano o la rapiña organizada de los menos. El peor enemigo de quienes sufren el oprobio globalizado, la precarización de la vida, es el silencio de la buena gente. Y por eso resulta tan irritante el concepto mismo de mayoría silenciosa, tan grato a nuestra casta política y a sus amos, los poderes económicos reales.
Por eso debemos temer el silencio... Porque, por un lado, siempre es cómplice del estado de cosas, siempre se mueve en ese conformismo socarronamente apático, tan asturiano, del “¡ye lo que hay!”... Pero también, y sobre todo, porque ese silencio extendido encuentra sus raíces en el miedo, en ese miedo arteramente usado por el poder político como instrumento de control social, más o menos simbólico, más o menos vinculado a un imaginario intangible, más o menos actualizado por las porras y las togas.
En cualquier caso, el silencio político es, en último extremo, infrahumano... Lo es porque, como decía Aristóteles, el ser humano es, por naturaleza, un animal político, social, ciudadano... Y, como además, si no es un imbécil moral, tiene necesariamente sindéresis, no puede ser que tal capacidad de juzgar rectamente lo lleve a callar sobre los asuntos de su polis, de su sociedad, de su ciudad.
En efecto, debemos temer el silencio de la buena gente... Pero, ante todo, debemos procurar poner todo de nuestra parte para que esa buena gente venza sus miedos y decida romper su silencio, hable de lo que siente y lo que es, grite cuando sea preciso... En definitiva, para que dejen de ser imbéciles morales.
Nacho Fernández del Castro, 22 de Noviembre de 2012

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