«Tú ni siquiera
mereces un
epigrama.»
mereces un
epigrama.»
(Ernesto
CARDENAL MARTÍNEZ; Granada, Nicaragua, 20 de enero
de 1925. Epigramas, 1961.)
El ministro, a
través de sus pasos por la Izquierda Democrática
de Joaquín Ruíz-Giménez, la Unión de Centro Democrático de Adolfo Suárez,
el Partido Democrata Popular de Óscar
Alzaga y la Alianza Popular de Manual
Fraga, desde sus ocupaciones en el Servicio de Estudios de TVE, en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense y en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Autónoma de Madrid, en el Consejo Asesor de RTVE, en una concejalía del Ayuntamiento de Madrid, en un escaño del Congreso de los Diputados, en empresas como Demoscopia, Sofres, GDM o el BBVA, y en el Consejo de
Ministros, siempre ha hecho cierta gala de una inmoderada propensión a las gracietas... Y, quizás, todo se debe a
una de ellas, poco afortunada en tan regia estancia y en acto presidido por la culta
soberana.
Pero antes había asegurado
que Cardenal había escrito su primer
poema a los siete años, gracias a un "ambiente favorable y fecundo"
que le permitió desarrollar su talento, siendo eso, precisamente, lo que pretende
la reforma educativa en marcha, con la que "tratamos de romper con el molde de una escuela anclada en el
pasado, que confía exclusivamente en la transmisión de conocimientos y en la
capacidad memorística de los alumnos, para adaptarlos mejor a las cambiantes
exigencias de la era del conocimiento", lo que deriva en su pretensión de lograr un sistema educativo
"más flexible, capaz de reconocer y potenciar el talento de cada
alumno", también en las disciplinas artísticas... Había seguido deslizándose galanamente por los más vacuos lugares comunes al señalar que, en el terreno cultural, ello supone que la
escuela "no sólo debe transmitir el inmenso legado cultural que los países
iberoamericanos compartimos, también debe enseñar a los niños a desarrollar su
creatividad, su espíritu crítico y su capacidad reflexiva", para
concluir que, de esta manera se
potenciará, además, "su afán de comprometerse para que ellos mismos, el
día de mañana, puedan seguir alimentando ese legado y convertirse en dignos
sucesores de Ernesto Cardenal".
En fin, que la
Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa
va a fomentar el más puro anhelo
revolucionario, al modo sandinista,
entre el alumnado (bueno, Wert diría sólo entre
los niños) para que muchos de ellos puedan ser curas poetas irónicamente críticos. ¿Lo hará con esa “flexibilidad”
que posibilita la segregación temprana,
a los trece años, de quienes, por su contexto
socioeconómico, no merece la pena que sigan gastando recursos públicos en el albur de un progreso personal que, ya se sabe, no van a alcanzar?, ¿lo hará reduciendo
formalmente (imposibilitando en la práctica) las vías de retorno al sistema
general?, ¿lo hará suprimiento del Bachillerato Artístico?, ¿lo hará predicando
la Constitución
en vez de sumergirse críticamente en la dialéctica
conflictiva de los valores?...
No sorprende el uso
torticero de figuras sacras de la
progresía intelectual y artística en apoyo de las políticas más conservadoras... Al fin y al cabo, Pilar del
Castillo, la antecesora popular de Wert en el Ministerio, ya lo había hecho al
citar a Hannah Arendt y a Samuel Beckett como indefensos valedores de su Ley Orgánica de Calidad de la Educación (Diciembre
de 2002).
Lo que realmente
molesta es que, estando presente el utilizado, no hiciese un gesto mínimo de
rechazo de tan sucia y partidista maniobra inteletual... Ni siquiera hubiese
sido
preciso renunciar al galardón, al estilo de Javier Marías... Hubiera
bastado, simplemente, con dedicarle al Ministro, que tanto alardeaba de su
admiración por el talento y la obra del cura-poeta-revolucionario,
uno de sus más sencillos epigramas...
Por ejemplo y sin ir más lejos, el que antecede a estas líneas.
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