viernes, 16 de noviembre de 2012

Pensamiento del Día, 16-11-2012



«Tú ni siquiera
mereces un
epigrama
.»
 (Ernesto CARDENAL MARTÍNEZ; Granada, Nicaragua, 20 de enero de 1925. Epigramas, 1961.)

Ayer mismo el ínclito Ministro de las cosas educativas, culturales y deportivas, José Ignacio Wert, aprovechó un acto relativo a su segundo bloque de (ir)responsabilidades, la entrega en el Palacio Real del muy monárquico XXI Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana a Ernesto Cardenal, para describir las reformas normativas propuestas en su primer bloque de (pre)ocupaciones como el instrumento mediante el cual "aplicamos la, tan ansiada por el galardonado, revolución al ámbito educativo".
El ministro, a través de sus pasos por la Izquierda Democrática de Joaquín Ruíz-Giménez, la Unión de Centro Democrático de Adolfo Suárez, el Partido Democrata Popular de Óscar Alzaga y la Alianza Popular de Manual Fraga, desde sus ocupaciones en el Servicio de Estudios de TVE, en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense y en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Autónoma de Madrid, en el Consejo Asesor de RTVE, en una concejalía del Ayuntamiento de Madrid, en un escaño del Congreso de los Diputados, en empresas como Demoscopia, Sofres, GDM o el BBVA, y en el Consejo de Ministros, siempre ha hecho cierta gala de una inmoderada propensión a las gracietas... Y, quizás, todo se debe a una de ellas, poco afortunada en tan regia estancia y en acto presidido por la culta soberana.
Pero antes había asegurado que Cardenal había escrito su primer poema a los siete años, gracias a un "ambiente favorable y fecundo" que le permitió desarrollar su talento, siendo eso, precisamente, lo que pretende la reforma educativa en marcha, con la que "tratamos de romper con el molde de una escuela anclada en el pasado, que confía exclusivamente en la transmisión de conocimientos y en la capacidad memorística de los alumnos, para adaptarlos mejor a las cambiantes exigencias de la era del conocimiento", lo que deriva en su pretensión de lograr un sistema educativo "más flexible, capaz de reconocer y potenciar el talento de cada alumno", también en las disciplinas artísticas... Había seguido  deslizándose galanamente por los más vacuos lugares comunes al señalar que, en el terreno cultural, ello supone que la escuela "no sólo debe transmitir el inmenso legado cultural que los países iberoamericanos compartimos, también debe enseñar a los niños a desarrollar su creatividad, su espíritu crítico y su capacidad reflexiva", para concluir que, de esta manera se potenciará, además, "su afán de comprometerse para que ellos mismos, el día de mañana, puedan seguir alimentando ese legado y convertirse en dignos sucesores de Ernesto Cardenal".
En fin, que la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa va a fomentar el más puro anhelo revolucionario, al modo sandinista, entre el alumnado (bueno, Wert diría sólo entre los niños) para que muchos de ellos puedan ser curas poetas irónicamente críticos. ¿Lo hará con esa “flexibilidad” que posibilita la segregación temprana, a los trece años, de quienes, por su contexto socioeconómico, no merece la pena que sigan gastando recursos públicos en el albur de un progreso personal que, ya se sabe, no van a alcanzar?, ¿lo hará reduciendo formalmente (imposibilitando en la práctica) las vías de retorno al sistema general?, ¿lo hará suprimiento del Bachillerato Artístico?, ¿lo hará predicando la Constitución en vez de sumergirse críticamente en la dialéctica conflictiva de los valores?...
No sorprende el uso torticero de figuras sacras de la progresía intelectual y artística en apoyo de las políticas más conservadoras... Al fin y al cabo, Pilar del Castillo, la antecesora popular de Wert en el Ministerio, ya lo había hecho al citar a Hannah Arendt y a Samuel Beckett como indefensos valedores de su Ley Orgánica de Calidad de la Educación (Diciembre de 2002).
Lo que realmente molesta es que, estando presente el utilizado, no hiciese un gesto mínimo de rechazo de tan sucia y partidista maniobra inteletual... Ni siquiera hubiese sido preciso renunciar al galardón, al estilo de Javier Marías... Hubiera bastado, simplemente, con dedicarle al Ministro, que tanto alardeaba de su admiración por el talento y la obra del cura-poeta-revolucionario, uno de sus más sencillos epigramas... Por ejemplo y sin ir más lejos, el que antecede a estas líneas.
Nacho Fernández del Castro, 16 de Noviembre de 2012

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