«Aquí tenéis, en canto y alma,
al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos sus versos.
Así es, así fue. Salió una noche
echando espuma por los ojos, ebrio
de amor, huyendo sin saber adónde:
a donde el aire no apestase a muerto.
Tiendas de paz, brizados pabellones,
eran sus brazos, como llama al viento;
olas de sangre contra el pecho, enormes
olas de odio, ved, por todo el cuerpo.
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos sus versos.
Así es, así fue. Salió una noche
echando espuma por los ojos, ebrio
de amor, huyendo sin saber adónde:
a donde el aire no apestase a muerto.
Tiendas de paz, brizados pabellones,
eran sus brazos, como llama al viento;
olas de sangre contra el pecho, enormes
olas de odio, ved, por todo el cuerpo.
¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles
atroces
en vuelo horizontal cruzan el cielo;
horribles peces de metal recorren
las espaldas del mar, de puerto a puerto.
Yo doy todos mis versos por un hombre
en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso,
mi última voluntad. Bilbao, a once
de abril, cincuenta y uno.
en vuelo horizontal cruzan el cielo;
horribles peces de metal recorren
las espaldas del mar, de puerto a puerto.
Yo doy todos mis versos por un hombre
en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso,
mi última voluntad. Bilbao, a once
de abril, cincuenta y uno.
Blas de Otero.»
(Blas de OTERO MUÑOZ; Bilbao, 15 de marzo de 1916 – Majadahonda,
Madrid, 29 de junio de 1979.
“A
la inmensa mayoría” en Pido
la paz y la palabra, 1955
–primera edición completa en España en 1975-.)
Aquí y ahora huele a muerto, sí, a buenas gentes que
sólo pretendían amar y vivir, porque amaban la vida, pero acabaron por
comprender que alguien, los dueños del
sistema y sus testaferros políticos,
poderosos ángeles atroces, les había
arrebatado esa vida, les había matado por dentro... Y, casi pura cáscara vacía que
acaso conserva un atisbo residual de voluntad
de amor y de paz, intentan, intentamos, huir sin saber cómo ni adónde.
Nacho Fernández del Castro, 8 de Noviembre de 2012
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