jueves, 8 de noviembre de 2012

Pensamiento del Día, 8-11-2012



«Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos sus versos.
Así es, así fue. Salió una noche
echando espuma por los ojos, ebrio
de amor, huyendo sin saber adónde:
a donde el aire no apestase a muerto.
Tiendas de paz, brizados pabellones,
eran sus brazos, como llama al viento;
olas de sangre contra el pecho, enormes
olas de odio, ved, por todo el cuerpo.
¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces
en vuelo horizontal cruzan el cielo;
horribles peces de metal recorren
las espaldas del mar, de puerto a puerto.
Yo doy todos mis versos por un hombre
en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso,
mi última voluntad. Bilbao, a once
de abril, cincuenta y uno.
Blas de Otero.»
 (Blas de OTERO MUÑOZ; Bilbao, 15 de marzo de 1916 – Majadahonda, Madrid, 29 de junio de 1979.
 “A la inmensa mayoría” en Pido la paz y la palabra, 1955 –primera edición completa en España en 1975-.)
Vuelven los tiempos en los que el aire de nuestras calles se va enrareciendo hasta oler a muerto... Muerte de la esperanza, muerte de la ilusión, muerte del ánimo, muerte de la democracia, muerte de la justicia, muerte de lo público, muerte de la cohesión social, muerte de las condiciones de posibilidad de la libertad, muerte de la educación, muerte de la solidaridad, muerte de la cooperación... Muerte real de quienes, desahuciados por la vida, se niegan a prolongar la suya en una pantomima que les condena a la condición de zombis errantes y sumisos... O de quienes maltrechos por una vida precarizada no encontrarán siquiera un hospital público en el que se restañen sus heridas.
Aquí y ahora huele a muerto, sí, a buenas gentes que sólo pretendían amar y vivir, porque amaban la vida, pero acabaron por comprender que alguien, los dueños del sistema y sus testaferros políticos, poderosos ángeles atroces, les había arrebatado esa vida, les había matado por dentro... Y, casi pura cáscara vacía que acaso conserva un atisbo residual de voluntad de amor y de paz, intentan, intentamos, huir sin saber cómo ni adónde.
Porque ya no parece haber mar ni puerto libre del imperio de esos ángeles atroces donde la buena gente de amor y paz pueda recomponer su singladura vital... Pero nuestro deber de seres humanos, de ciudadanas y ciudadanos, es reconquistar esos lugares para el amor y la paz... Buscarlos en una lucha sin cuartel para declararlos territorios libres de la opresión globalizada, rincones sin bandera donde aún sea posible amar y vivir, donde aún tengan sentido los versos.
Nacho Fernández del Castro, 8 de Noviembre de 2012

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