«[La actitud literaria Afterpop] se define por una ironía inestable y reconocida que se pone
de manifiesto en una serie de continuos deslizamientos entre distintas maneras
de abordar el permisivo caos de años de la cultura de consumo. En algunos casos
se trata de una actitud retro (…), en otros, encontramos un gesto engagé.»
(Eloy FERNÁNDEZ
PORTA; Barcelona, 1974. Afterpop. La literatura de la implosión mediática, 2007.)
Ello,
inevitablemente, abre una distancia
entre quien observa y el mundo (la misma que intuía Hegel en la evolución, que él consideraba posthistórica, o sea posterior a su
tiempo, del arte)... Por eso, tal
vez, nos cuesta tanto “bajar a la arena” a luchar
por transformarlo, aunque mantengamos un cierto afán de compromiso.
No
es (o, al menos, no siempre es), por lo tanto, cuestión de conformismo, de giros
conservadores o de sumisiones
aprendidas... Es (o, al menos, con frecuencia es) sobre todo una cuestión
de pereza intelectual o de falta de ánimo vital para intentar el salto
que supere esa distancia.
Y,
sin embargo, ¡qué gran arma es la ironía
para combatir la nueva arrogancia con la que ejercen su dominio los amos del mundo,
con la que llevan a cabo su representación
los testaferros de la casta política,
con la que dan voz a sus intereses
los medios de manipulación (perdón,
de información) social!.
Ese
es el paradójico reto: poner la ironía,
que nos distancia del mundo, al
servicio de la transformación del mundo...
O, por lo menos, de un discurso de la
resistencia ante el oprobio
globalizado que resulte útil más allá de las pocas razones para la esperanza.
Nacho Fernández del Castro, 3 de Noviembre de 2012
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