miércoles, 14 de noviembre de 2012

Pensamiento del Día, 14-11-2012



«Lo que he entendido es que la guerra acabó, y que el asesinato vuelve a estar penado por la ley –replicó Klaus Dietrich con serenidad

Pierre Frei


(Pierre FREI; Berlín, Alemania, 1930. Berlín 1945, 2007.)
La historia del Estado moderno es, acaso, sobre todo la de su constitución como monopolio de la violencia legítima... Ahora bien, ¿cómo se legitima esa violencia cuando todas sus instituciones están seriamente cuestionadas por la sociedad a la que dicen servir?. Y, aún cuando se admita su legitimidad, ¿cómo y hasta dónde se puede usar esa violencia monopolística del Estado?.
Viene la cosa a cuento porque ya es recurrente, en los días de huelga más o menos general, que meapilas y bien pensantes se incorporen al discurso de la garantía del derecho al trabajo. Suelen ser los mismos meapilas y bienpensantes a los que nunca se les ocurre plantearse durante el resto del años que hacen los poderes públicos (incluyendo el judicial o las llamadas “fuerzas del orden”) para que se respete ese derecho al trabajo de más de cinco millones de personas desempleadas, de otras tantas con condiciones laborales precarizadas y abusivas,... Las mismas, en suma, que jamás se plantean que hacen esos instrumentos directos de control del Estado para garantizar que ningún empresario (grande o pequeño, privado o público) limite arbitrariamente el derecho a huelga de quienes trabajan bajo su mando.
Y todos sabemos que una cuarta parte de la población activa española estaría encantadísima de que se le garantizase todos los días su derecho al trabajo, que la mitad de la juventud española daría saltos de alegría si alguien pudiese garantizarle un futuro laboral mínimamente digno... Porque eso que llamamos el sistema ha hecho que el trabajo no forme parte de su aquí y su ahora, ni parece que vaya a incorporarse a su mañana más inmediato.
Ante una casta política volcada en una corrupción estructural (es lo que engrasa su tarea de representación real de los intereses de los poderosos), un poder judicial dando continuas muestras de inoperancia y desafuero, unas “fuerzas del orden” que con frecuencia animan arbitrariamente la voluntad de las porras, unos medios de comunicación que ponen voz a los imaginarios más convenientes para el amo, ¿qué “esperanza institucional” puede albergar esa ingente población que ha visto, que está viendo su vida precarizada?, ¿qué confianza en que la política vuelva a servir al bien común, en que la justicia lo sea, en que la policía proteja al pueblo, en que los medios de comunicación informen del mundo y denuncien sus males con subjetiva (¡hay que desconfiar siempre de quien se pretenda objetivo, independiente o imparcial!) honestidad?... Evidentemente, sólo la que pueda forzar con el ímpetu de sus manos unidas, de su capacidad de resistencia y de propuesta colectiva.
Nacho Fernández del Castro, 14 de Noviembre de 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario