lunes, 5 de noviembre de 2012

Pensamiento del Día, 5-11-2012



«Enrico Castells muerto. Tendido boca abajo, con la cabeza abierta de un plumazo y cuatro litros de sangre desperdigados por su cara, por sus brazos, por la arena sucia de la playa sucia. Lo encontró un cederista (Miembro de los Comités de Defensa de la Revolución, organización de vigilancia de barrios) que llevaba cuarenta años en la revolución pa' lo que sea Fidel, pa' lo que sea. Primero le buscó el rostro para ver si era un vecino. Luego se fijó en las botas, y como no las había visto en ninguna tienda pensó: un extranjero.»
(Alejandro HERNÁNDEZ; La Habana, Cuba, 1970. Inicio de Algún demonio, 2007.)
Con frecuencia, lo más terrible nos provoca una deriva defensiva hacia la fijación obsesiva en los pequeños detalles, a partir de los cuales tratamos de reconstruirlo y explicarlo todo... Es una especie de oligofrenia transitoria (al fin y al cabo, los psicoanalistas más ortodoxos tienden a interpretar las atribuciones de significado global a algunas de las manchas del Test de Rorschach a partir de algunos de sus más ínfimos detalles, precisamnente, a la presencia de rasgos oligofrénicos).
Pero el caso es que, en medio de un shock por la debacle, la “hiperrracionalización desde la minucia” suele resultar mucho más eficaz que la otra gran alternativa de respuesta: la catatonia transitoria. Y es que, ante la presencia de un dolor insuperable, la acción, aunque sea desvariada y corta de entendederas, siempre será más eficaz que la parálisis y la inacción. Es más, como los retos del dolor supremo (al igual que las manchas del Test de Rorschach) no tienen una interpretación canónica, una respuesta verdadera, siempre habrá algo de canónico en cualquier interpretación, algo de verdadero en cualquier respuesta.
O sea, que en este shock por la debacle en el que vivimos por el oprobio globalizado, cualquier acción, por desvariada, falta de luces o errática que pueda parecernos, será preferible a ese sumiso silencio tan grato a la casta política en turno de gobierno... Vamos, que, puestos a elegir, mejor una buena oligofrenia antisistema que la catatonia de la “mayoría silenciosa”.
Nacho Fernández del Castro, 5 de Noviembre de 2012

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