«Origen, refugio,
caverna, fuego,
calidez de los sentidos.
Muerte simbólica,
adorno y pensamiento
emergiendo de las manos.
Saladas gotas
que deslizan el pasado
por el rostro de la especie.
Íntimo paraíso amniótico
del que fuimos expulsados;
olores, gestos primigenios.
Somos exploradores sempiternos,
náufragos inquietos, Ulises redivivos,
olvidados del viaje, necios deseantes
del querer, ese núcleo incandescente.»

(José PAREJO
MOTA; San Fernando, Cádiz, 1955. Poema inicial de Sueños sin
alas, 2013.)
Podemos estar
mal en este mundo... Las condiciones objetivas así lo quieren.
Podemos
sentirnos agobiados por mil quehaceres
sin sentido... La sociedad del espectáculo
y la apariencia así lo demanda.
Podemos
escuchar y emitir mil palabras vacías...
El terror al silencio de las redes de (in)comunicación así lo impone.
Podemos,
incluso, sentirnos víctimas de la opresión
globalizada... El “progreso” de la precarización
de la vida así lo fuerza.
Pero,
al final (a veces, por desgracia, muy al final) un sólo instante de entregado amor físico nos devuelve a las arcanas
sensaciones primigenias del bienestar
contradictorio: cálido refugio y muerte ígnea, húmedo retorno al mejor
pasado y necio afán de fusión eterna, voluntad exploratoria sin límites y sedentaria
disposición isleña...
Acaso
por esa vorágine efímera de sensaciones confusas e impacientes, como cuentan las
plumas de los mejores viajeros amorosos,
merece aún la pena la vida.
Nacho Fernández del Castro, 10 de Octubre de 2013
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