lunes, 14 de octubre de 2013

Pensamiento del Día, 14-10-2013



«Cuando mejores son las condiciones de su existencia, mayor es su rebeldía.»
 
 (Johann Wolfgang von GOETHE; Fráncfort del Meno, Hesse, Alemania, 28 de agosto de 1749 – Weimar, Turingia, 22 de marzo de 1832. Faust: der Tragödie zweiter Teil –Fausto: Segunda parte de la tragedia-, 1832 -2009, por ejemplo, para una edición en castellano de la obra completa-.)
Tal parece que el tiempo de la opresión globalizada, en el que cada cual es atacado por algún flanco específico y la ciudadanía “de a pie” toda por los recortes generales de sus derechos  en materia de salud, educación, trabajo, viviendo, pensiones o atención a la dependencia, deriva un telón de fondo de protestas parcializadas, casi amables y pintorescas como parte del paisaje urbano, bastante ajenas a la verdadera rebeldía.
De hecho, parece que se necesite un cierto nivel de bienestar, de mejora en las condiciones objetivas de la existencia, para que la “buena gente” (incluyendo eso que a los gobernantes de turno gustan de llamar, en una hipótesis ad hoc imposible de comprobar, “las mayorías silenciosas”) se plantee siquiera pensar en lo que pasa para, desde la crítica de lo dado, alentar la rebeldía que busca lo posible (y hasta lo imposible).
Es, al fin y al cabo, el Primum vivere, deinde philosophari clásico, elevado por Descartes a la categoría de provisión prudencial básica de la modernidad... O sea, dicho en plata, que es difícil filosofar con el estómago vacío.
Pero, lo sabemos, vivir sin pensar (críticamente) nos condena a sobrevivir como a otros les conviene... Y en eso estamos; en ello están los intermediarios políticos de los poderes reales: sus reformas educativas desde la vieja Ley General de Educación han marcado un constante arrinconamiento de lo filosófico, del pensamiento crítico, en favor de ceremonias y rituales pseudoreflexivos que, en realidad, no tenían más pretensión real que el “enseñar a la juventud a qué atenerse” (así lo reconocía incluso, explícitamente, al referirse a la Educación en Valores, la Ley de la Participación, la Evaluación y el Gobierno de los Centros Docentes que auspiciara el ministro Gustavo Suárez Pertierra, aunque fuera aprobada cuando éste ya era Ministro de Defensa y Jerónimo Saavedra Acevedo le había sustituido en el Ministerio de Educación y Ciencia). Un proceso legitimado por una supuesta “apuesta por lo práctico” (o sea, por lo que es capaz de generar “mano de obra dócil” para esos “mercados laborales flexibilizados” que van consolidando una nueva clase social, el precariado).
No es probablemente la culminación de este proceso en la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa recién aprobada (con la eliminación de la presencia curricular de lo filosófico en un 75%), el peor de los males que acechan al derecho universal a la educación en nuestro país... Pero resulta significativo, que, bajo el “discurso de las competencias” y el supuesto fomento de los “aprendizajes instrumentales” (es decir, una vez más cuanto configura mano de obra sumisa y apta para mercados laborales sometidos a una movilidad funcional y geográfica sin límites y a una precarización ya esencial), se refuerce y “dignifique” la presencia curricular de la Religión mientras se disminuye y arrinconan los contenidos filosóficos.
Wert, entre otras muchas hazañas, podrá presumir en el futuro de haber culminado, en el ámbito educativo, el proceso de inversión del momento fundacional de la sabiduría de transmisión occidental, imponiendo curricularmente una suerte (o desgracia) de paso de la razón (del logos) al mito.
¿Seremos, en medio de esta precarización de la vida, capaces de sacar fuerzas para ir más allá de la consolatione philosophiae?.
Nacho Fernández del Castro, 14 de Octubre de 2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario