martes, 8 de octubre de 2013

Pensamiento del Día, 8-10-2013



«En el siglo XVIII vivió en Francia uno de los hombres más geniales y abominables de una época en que no escasearon los hombres abominables y geniales. Aquí relataremos su historia.»
 
 (Patrick SÜSKIND; Ansbach, Baviera, 26 de marzo de 1949. Inicio de Das Parfum, die Geschichte eines Mörders –El perfume. Historia de un asesino-, 1985 -2008, por ejemplo, para una edición en castellano-.)
No faltan aquí y ahora, desde luego, los hombres (y mujeres) geniales, pero, desde luego, se hacen notar mucho más los (y las) abominables...
Seguro que si a cualquiera le proponen que diga sin pensar demasiado los nombres de tres hombres y tres mujeres que le parezcan formidables y otras tantas personas que le resulten repugnantes, en general, encontrará muchas más dificultades para satisfacer (fuera de su círculo de amistades anónimas) la primera petición que la segunda... Aunque, eso sí, seguro que a todo el mundo se le ocurre rápidamente alguien que le provoca una formidable repugnancia, alguien al que reconoce como genial en su perversidad abominable.
Es lo que tienen los tiempos de cambio... Los estertores del medioevo ante la irrupción de la modernidad trajeron una abigarrada tipología de seres humanos magníficos y despreciables, así como toda clase de conjugaciones personales de ambas características... En medio de un estado de cosas en el que lo difícil era sobrevivir en medio de la extensión y diversificación del conflicto.
Y aquí estamos ahora, en medio de una capitalismo depredador (neoliberal y postmoderno) dispuesto a rascar los últimos rincones residuales de bienestar general para transformarlos en negocio particular al servicio de quien pueda pagárselo, precarizando la vida de los más para garantizar la confortable seguridad de los menos... Y son miles de millones de personas ya en el mundo las que no pueden tener más horizonte vital que la mañana siguiente, porque su vida es constante riesgo radical en las aguas que llevan hanta (o impiden llegar a) la isla de Lampedusa, en el Estrecho de Gibraltar, en cualquier selva o desierto, bidonville o favela.
Cada vez parece más evidente que estamos ante nuevos tiempos de cambio (sin que atisbemos muy bien hacia dónde)... Pero, ¿cuántas muertes y cuánto sufrimiento harán falta para que se culmine?.
Nacho Fernández del Castro, 8 de Octubre de 2013

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