«Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la
sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la
incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza
y el invierno de la desesperación.»
(Charles John Huffam DICKENS; Portsmouth,
Inglaterra, Reino Unido, 7 de febrero de 1812 – Gadshill Place, 9 de junio de
1870. Inicio de A Tale of Two Cities –Historia de dos
ciudades-, 1859
-1999,
por ejemplo, para una edición en castellano-.)
En realidad
toda la historia de la humanidad está
salpicada de tiempos que conjugan lo mejor con lo peor, la sabiduría más excelsa con la locura más atávica, las credulidades más pasmosas con los escepticismos más impermeables, las grandes
esperanzas con las terribles desesperaciones...
En realidad, visto en perspectiva, siempre ha
ocurrido un poco esto, en toda época y en todo lugar.
Pero, probablemente, sea difícil encontrar
una época en la que, como en la presente, sea tan clara la conciencia universal de ello... De las inmensas expectativas que abren los avances tecnológicos
y los abisales peligros de algunos de sus
usos... De los cauces potenciales para una participación popular en la toma
de decisiones relevantes en aras de una democracia
más directa y de la imposición del estricto control de la política por los intereses
económicos de los poderosos... De las condiciones
de posibilidad existentes para alcanzar mayores cotas de libertad individual y colectiva y de los
abusivos límites que, so pretexto de garantizar la seguridad (de las “mayorías
silenciosas”, del sistema nacional de salud, de las pensiones futuras,...) cercenan
nuestros derechos (y su universalización)...
A lo peor, en eso consiste precisamente (dirán quienes,
agustinianamente, aún creen posible la interpretación de la historia de la humanidad desde la idea lineal
de progreso) la llamada globalización afianzada por el
desarrollo de las tecnologías de la
información y la comunicación: en mundializar
la conciencia de la opresión.
Así que nuestro
tiempo también es paradójico... Tiempo contradictorio que para millones
de personas se torna casi imposible.
Nacho
Fernández del Castro, 5 de Octubre de 2013
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