viernes, 11 de octubre de 2013

Pensamiento del Día, 11-10-2013



«Yo me empecinaba en mi paraíso escogido:
Un paraíso cuyos cielos tenían el color de las llamas infernales, pero con todo un paraíso
(Vladímir Vladímirovich NABOKOV; San Petersburgo, 22 de abril, 10 de abril del calendario juliano, de 1899 — Montreux, Suiza, 2 de julio de 1977. Lolita, 1955 -2007, por ejemplo, para una versión en castellano-.)
Cada cual se imagina su propio paraíso... Es más, el paraíso de cada cual  es uno de los síntomas más evidentes del imaginario colectivo del que se participa. O sea, que ninguna persona ultraliberal tendrá un paraíso personal donde la igualdad (y la solidaridad para corregir cualquier mínima desviación) sea la norma; como nadie, entre las gentes defensoras del principio de igualdad, tendrá su paraíso imaginario fundado sobre el desarrollo de la libre competencia.
En cualquier caso, el paraíso propio es siempre excelso mientras permanece en ese cielo nebuloso de lo imaginario, de lo que es más determinante (de actitudes, relaciones y conductas) que determinado (por y en condiciones objetivas reconocibles y cuantificables).
Para el Humbert de Nabokov su paraíso escogido, Lolita, era un tránsito permanente entre el cielo a las llamas infernales... Pero él lo había elegido.
Ante quienes tienen la desgracia de ver realizados sus sueños, éstos se llenan rápidamente de sombras y aristas que, como las cosas del mundo de los sentidos con respecto a las ideas platónicas, los degeneran y corrompen.
Así que la cosa está más o menos clara: la verdadera dicha, las condiciones de posibilidad de un despliegue fecundo de lo que uno sea, están en el proceso de lucha por el paraíso terrenal.
Dicho de otro modo: vivir plenamente no es sino reconstruir materialmente el camino hacia uno mismo. La meta es lo de menos.
Nacho Fernández del Castro, 11 de Octubre de 2013

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