«En ocasiones concertaba citas nocturnas y se encontraba plantado en
esquinas, esperando a individuas con nombres como Maple o Vine a las tres de la
madrugada, paseándose de un lado a otro con un cigarrillo en los labios y las
manos metidas en los bolsillos, acudiendo a citas más bien traídas por los
pelos con mujeres que se llamaban Betty, Marie-Jo o Annette. Quedaba con
aquellas mujeres, se pasaba horas sentado con ellas, charlando de todo lo
divino y lo humano y haciendo comentarios sobre la hermosura del firmamento, y
luego intentaba pasar a la acción: a veces llegaba a toquetearse, besuquearse
con la lengua y forcejear con mujeres que atravesaban un momento crítico en sus
vidas en los parques de aquellas pequeñas ciudades o en el asiento trasero de un
coche aparcado en el callejón que frecuentaban las parejas del lugar, pero, por
lo general, su ego siempre inquieto y voraz se contentaba con la tensión
amorosa de aquellas citas.»
(Óscar Jerome HIJUELOS; Morningside Heights, Manhattan, Nueva
York, 24 de agosto de 1951 -
12 de octubre de 2013; Premio Pulitzer a la
Mejor Obra de Ficción 1990 -primer autor hispano-.
Párrafo de The Mambo Kings Play Songs of Love –Los
Reyes del Mambo tocan canciones de amor-, 1990 -1992
para la primera edición en castellano-.)
Vivimos tiempos ideales para los espíritus
voraces e inquietos que se contentan con la tensión
vital de lo precario... Aquellos
que encuentran una morbosa excitación en pasearse de un lado a otro del mundo tras haber quedado plantados por la vida en cualquier
esquina de cualquier madrugada... Aquellos que, aunque ocasionalmente se solacen
con algún mínimo y efímero festejo, encuentran el verdadero gozo en el salto de
mata y la expectativa nunca resuelta... Aquellos, en fin, que prefieren hablar de todo lo divino y lo humano en
vez de intentar convertir lo divino en
humano, que anteponen sus cantos a la hermosura del firmamento a la lucha
por conquistarlo.
Son, sin duda, el núcleo de esa buena ciudadanía, la que la casta
política gusta de llamar “mayoría silenciosa”, porque, ocupada en
los pequeños afanes que turban sus egos, se despreocupan del mundo,
de toda protesta por su estado y de cualquier intención de intentar cambiarlo.
Son, para decirlo con palabras del recién fallecido Óscar Hijuelos, esos
reyes del mambo que siempre preferirán arrastrar su patetismo por
la noche cantando canciones de amor alegres y optimistas a mostrarse
en la desgarrada queja de un bolero... O, si se quiere, serán esos futuros
partícipes de la cultura de mercado siempre dispuestos a ahogar su
precaria condición de nuevos parias bajo su falsa conciencia de “emprendedores
sin suerte”.
Nacho Fernández del Castro,
19 de Octubre de 2013
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