viernes, 4 de octubre de 2013

Pensamiento del Día, 4-10-2013



«Los líderes tienen la dura y poco grata tarea de decir al pueblo que con la democracia la economía no mejorará inmediatamente; que sin un cambio económico no se logrará el cambio social ni la justicia, aunque sean posibles algunas mejoras, y que, en último término, el éxito de una sociedad no es el resultado de las actividades del Estado, ni siquiera del mejor gobierno posible, sino de los esfuerzos de la sociedad en su conjunto. Los líderes democráticos deben evitar el peligro de hacer una propaganda excesiva de la democracia. Su tarea consiste en rebajar las expectativas al tiempo que mantienen la esperanza en que una sociedad liberada del poder arbitrario podría desarrollarse autónomamente en libertad.»
(Juan José LINZ STORCH DE GRACIA; Bonn, Alemania, 24 de diciembre de 1926 - New Haven, Connecticut, Estados Unidos, 1 de octubre de 2013; Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 1987. Párrafo del Trabajo de Investigación  “Transition to democraty: A comparative perspective”, presentado en la Mesa Redonda de la IPSA, International Political Science Association, celebrada en Tokyo, Marzo-Abril 1982.)
Si algo debiera garantizar la democracia es el derecho inalienable al error colectivo... Pero no al error procedimental de una mala elección en una urna cualquiera que pueda obligar a eso que (pomposamente) llamamos “pueblo” a soportar ineptitudes, mentiras y corruptelas durante cuatro años (o los que sean),no; sino el error material de participar activa y continuadamente en una toma de decisiones que puedan acabar por revelarse inadecuadas o incluso contraproducentes.
Porque si algo parece haber aprendido con claridad ese pueblo (sea lo que sea) es que quienes manejan los parámetros económicos no son especialmente entusiastas del incremento de democracia en la elección de opciones políticas sobre el peculio público, sino todo lo contrario; y, por ello, han ido articulando un sistema que estén a su servicio directo quienes dicen ser representantes de la ciudadanía.
Pero, claro, cuando, en el tiempo del advenimiento de la socialdemocracia a España, Juan José Linz se compadecía de los líderes políticos por la ingrata tarea que consideraba su esencia (convencer al pueblo de que la democracia no era, no podía ser un bálsamo de Fierabrás válido para todos los males, garantía de todas las venturas económicas y justicias sociales), no era exactamente eso lo que estaba diciendo... Aunque algo de ello se traslucía ya entre líneas.
En cualquier caso, lo que cabría decirle a quien definiera el franquismo como sinple régimen autoritario por la ausencia de una ideología totalitaria que se impusiese de modo hegemónico, es que si la clave del desarrollo de un Estado está en el “esfuerzo conjunto de la sociedad” con el horizonte de la “autonomía y la libertad” fundadas en su “liberación de todo poder arbitrario”, ¿para qué se necesitan líderes políticos?.
¿Para qué se necesita, en suma, esa casta política volcada en sus torpes ejercicios de representación de los intereses de los económicamente poderosos en todos los teatros de sombras institucionales?... La verdad es que sale muy cara para lo poco creíble que resulta, para lo mucho que se nota que está incorporando una ficción.
Nacho Fernández del Castro, 4 de Octubre de 2013

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