«Los líderes tienen
la dura y poco grata tarea de decir al pueblo
que con la democracia la economía no mejorará
inmediatamente; que sin un cambio económico no se
logrará el cambio social ni la justicia, aunque sean posibles algunas mejoras,
y que, en último
término, el éxito de una sociedad
no es el resultado de las actividades del Estado, ni siquiera del
mejor gobierno posible, sino de los esfuerzos de la sociedad en su conjunto. Los líderes democráticos deben evitar el peligro de hacer una propaganda
excesiva de la democracia. Su tarea consiste en rebajar
las expectativas al tiempo que
mantienen la esperanza en que una
sociedad liberada del poder
arbitrario podría desarrollarse autónomamente en libertad.»
(Juan José LINZ
STORCH DE GRACIA; Bonn, Alemania, 24 de diciembre de 1926 - New Haven, Connecticut,
Estados Unidos, 1 de octubre de 2013; Premio
Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 1987. Párrafo del Trabajo de Investigación “Transition
to democraty: A comparative perspective”, presentado en la Mesa Redonda de la IPSA, International Political Science
Association, celebrada en Tokyo, Marzo-Abril 1982.)
Porque si algo parece haber aprendido con
claridad ese pueblo (sea lo que sea) es que quienes manejan los parámetros económicos no son especialmente
entusiastas del incremento de democracia
en la elección de opciones políticas sobre el peculio público, sino todo lo contrario; y, por ello, han ido
articulando un sistema que estén a su servicio directo quienes dicen ser representantes de la ciudadanía.
Pero, claro, cuando, en el tiempo del advenimiento de la socialdemocracia a España,
Juan José Linz se compadecía de los líderes
políticos por la ingrata tarea que consideraba su esencia (convencer al pueblo de que la democracia no era, no podía ser un bálsamo de Fierabrás válido para todos los males, garantía de todas
las venturas económicas y justicias sociales), no era exactamente
eso lo que estaba diciendo... Aunque algo de ello se traslucía ya entre líneas.
En cualquier caso, lo que cabría decirle a
quien definiera el franquismo como sinple régimen
autoritario por la ausencia de una ideología
totalitaria que se impusiese de modo hegemónico,
es que si la clave del desarrollo de un Estado está en el “esfuerzo conjunto de
la sociedad” con el horizonte de la “autonomía y la libertad” fundadas en su “liberación
de todo poder arbitrario”, ¿para qué se necesitan líderes políticos?.
Nacho Fernández del Castro,
4 de Octubre de 2013
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