miércoles, 2 de octubre de 2013

Pensamiento del Día, 2-10-2013



«Llamadme Ismael. Años atrás —no importa cuánto hace exactamente—, con poco o ningún dinero en mi bolsillo y nada en particular que me interesara en tierra firme, pensé que podría navegar por algún tiempo y visitar la parte acuática del mundo.»
(Herman MELVILLE; Nueva York, Estados Unidos, 1 de agosto de 1819 – 28 de septiembre de 1891.  
Inicio de Moby Dick, 1851.)
La verdad es que hoy, aquí y ahora, pese a la propaganda del ministro Wert y su cohorte empresarial, el único emprendimiento que realmente apetece es el del osado Ismael que, sin fortuna personal alguna ni argumentos terrenales que despertasen sus anhelos, decidiera hacerse a la mar, en compañía de su reciente amigo polinesio y caníbal Queequeg, junto una tripulación “ya globalizada” en su diversidad infinita y bajo las órdenes del taciturno y autoritario capitán Ahab, para perseguir obsesivamente a Moby Dick, esa suerte de simbólico Leviatán materializado como enorme cachalote blanco...
¡Al final, más vale lanzarse a la aventura y los peligros desconocidos del mundo acuático que someterse dócilmente a la vejación institucionalmente orquestada de la ciudadanía mediante el continuo desmantelamiento de los derechos que fueran el núcleo de nuestra condición de seres humanos modernos!.
Claro que el Ministerio de Trabajo consideraría, sin duda, ese impulso de Ismael la positiva expresión de la audacia emprendedora que alimenta esta sociedad bajo la forma (lingüística) de movilidad exterior (náutica, en este caso).
Nacho Fernández del Castro, 2 de Octubre de 2013

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