«¿Por qué siempre nos enseñan que lo fácil y malvado es hacer lo que
queremos y que debemos disciplinarnos para reprimirnos a nosotros mismos?. Es
la cosa más difícil del mundo: Hacer lo que queremos. Y necesita del más
elevado tipo de coraje. Quiero decir, lo que realmente queremos.»
(Alisa Zinóvievna ROSENBAUM, conocida
literariamente por el pseudónimo de Ayn RAND; San Petersburgo, Imperio
ruso, 2 de febrero de 1905 – Nueva York, Estados Unidos, 6 de marzo de 1982. The fountainhead
–El manantial-, 1943 -2008, por ejemplo, para una edición en
castellano-)
Hacer
lo que queremos... ¡Qué
gran propuesta y programa vital!, ¡qué
gozo inmenso el de desarrollar las
propias cualidades mediadas por los apetitos
y anhelos de cada cual!.
¿O no?... Pues tal
vez no. Tal programa vital sólo sería
admisible si se pone entre paréntesis la presencia
constante de terceras personas en relación con uno hasta determinar un núcleo relevante de su realidad objetiva,
de las condiciones de posibilidad
(también éticas y políticas) de sus acciones que desbordan totalmente su subjetividad, la reducción de su yo a una dimensión meramente
apetitiva.
Ir creciendo, ir
haciéndose ser humano adulto, es ir
cobrando conciencia de la propia condición
multidimensional... O sea, que consiste precisamente en eso: aprehender en
toda su complejidad la multitud de factores de necesidad que deben matizar y reconfigurar dialécticamente nuestro deseo.
El liberalismo radical, en su más o menos ingenua
pretensión (al estilo de Ayn Rand o el Germán Doin Campos de La
educación prohibida -2012-) de establecer una primacía absoluta del deseo sobre cualquier necesidad, no es otra
cosa que una forma ideológica de
infantilismo.
Nacho Fernández del Castro,
21 de Octubre de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario