«Cuando muere una persona
siempre sobreviene una especie de estupor, por lo difícil que es aceptar esta
irrupción de la nada y prestarle credibilidad.»
(Gustave
FLAUBERT;Ruan, Alta Normandía, Francia, 12 de diciembre de 1821 –
Croisset, Baja Normandía,
8 de mayo de 1880.
Madame Bovary, 1855 por
entregas, 1857 en libro -2000, por ejemplo,
para una edición en castellano-.)
Es como si en nuestros paisajes personales (pero no necesariamente omnipresentes) o en
nuestro imaginario del mundo (algo difuso en sus perfiles pero muy concreto en las sensaciones que en
nosotros genera) nos hubiesen arrancado, sin previo aviso, un trozo... O, por
mejor decir, como si en esos paisajes
intransferibles y en ese imaginario
se nos hubiese impuesto súbitamente la presencia de la nada.
Y como, ya lo decía Martin Heidegger, “la nada nadea” esa evidencia impuesta de
un vacío existencial, por pequeño que
éste sea, nos resulta bastante insoportable
por cuanto no pueden resultar creíbles paisajes
o imaginarios que nadeen, siquiera parcialmente.
Al fin y al cabo, nadie puede orientarse en ni moverse por la nada.
Nacho Fernández del Castro,
16 de Octubre de 2013
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