jueves, 3 de octubre de 2013

Pensamiento del Día, 3-10-2013



«Las guerras las comienzan los cobardes. Le temen a la guerra, pero más que eso le temen la alternativa de no empezarla, supongo.»
 (Thomas, Tom, Leo CLANCY Jr.; Annapolis, Estados Unidos, 12 de abril de 1947 - Baltimore, 
1 de octubre de 2013. Red Rabbit –Operación Conejo Rojo-, 2002 
-2004, por ejemplo, para una edición en castellano-.)

Nunca ha leído nada (al menos conscientemente) de Tom Clancy... No, no lo digo con orgullo.

Sé, claro, que es un autor de novelas de suspense con un transfondo político frecuentemente “interpretado” desde la perspectiva del espionaje internacional, o sea desde los ojos de personajes como su Jack Ryan, iniciado con gran éxito como analista de la CIA (Central Intelligence Agency) en 1984 (The Hunt for Red October -La caza del Octubre Rojo-), convertido en Presidente de la Agencia desde 1994 (Debt of Honor -Deuda de honor-) y en 1996 (Executive Orders –Órdenes ejecutivas-) que cedería el protagonismo a su hijo. Jack Ryan Jr., desde 2003 (The Teeth of the Tiger -Los dientes del tigre-) hasta las postrimerías recientes de la serie en 2012 (con Threat Vector, en la que colabora Mark Greaney).

Sé que, con frecuencia y voluntad, mostraba sin muchos tapujos sus convicciones conservadoras, su cosmovisión neoliberal, su impulso militarista (aunque, paradójicamente, fuese uno de los más frontales detractores de la intervención en Irak), hasta el punto de que, en 1996, cuando su Jack Ryan se convirtiera nada menos que en Presidente de los Estados Unidos todos, aprovecharía políticas más duras en las formas de lucha contra la droga y más laxas y nada redistributivas en lo fiscal, con un impuesto plano.

Sé que a él se debe la idea original, aunque no el desarrollo, de sagas televisivas como OP Center (Lewis Teague, 1995), aventuras de un grupo paramilitar que ejecuta acciones al margen de las Naciones Unidas y al servicio de los intereses de la Casa Blanca, o Net Force (Robert Lieberman, 1999), historias del quehacer cotidiano de una unidad de vigilancia de amenazas potenciales en la red para el gobierno estadounidense.

Sé que sus ideas, más o menos precisas, están den la base de más de una decena de videojuegos, aunque en sentido estricto sólo pueda considerársele el creador de Rainbow Six: Critical Hour (2006).

Sé algunas de estas cosas porque me gusta estar informado de los fenómenos literarios comerciales, y porque he visto, seguramente sin mucha atención (o con la que se merecían), algunas de las adaptaciones de sus novelas a la gran pantalla (La caza del octubre rojo, 1990, de John McTiernan; Juego de patriotas, 1992, y Peligro inminente, 1994, de Phillip Noyce; o Pánico nuclear, 2002, de Phil Alden Robinson).
Pero no puedo estar orgulloso de no haber leído nada de Tom Clancy, porque quienes pretendemos analizar críticamente cuanto nos rodea no podemos honestamente, como mostraran de formas tan diversas Manuel Vázquez Montalbán o François Truffaut, permanecer al margen del devenir de la cultura de masas...
Y acaso por ello, Kenneth Branagh (probablemente poco menos distante de la ideología, cosmovisiones, imaginarios sociales y gustos literarios de Tom Clancy que lo pueda estar yo mismo) tiene aquí y ahora en fase de postproducción Jack Ryan: Shadow One, una película realizada siguiendo el rastro del famoso personaje clancyniano.
Así que lo único que me justifica parcialmente en esa desatención es el hecho constatable de que no hay tiempo para leer todo lo que a uno le apetece (y mucho menos lo que no le apetece tanto).No es por cobardía, no hay ninguna guerra personal.
Nacho Fernández del Castro, 3 de Octubre de 2013

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