viernes, 25 de octubre de 2013

Pensamiento del Día, 25-10-2013



«Con Fernando Fernán-Gómez comentaba Amparo hace poco ese miedo que pesa también sobre el actor veterano. Ese cosquilleo que "te entra por aquí", como dice ella llevándose la mano al esternón, cuando el actor oye la palabra "acción". "Yo soy como Fernando", añade, "soy actriz de tripas, no de métodos. Lo llamo así porque me sale, porque soy muy espontánea. No soy de las que necesita correr para luego parecer que está muy emocionada o acordarme de mis muertos para ponerme a llorar"
 

(Amparo SOLER LEAL; Madrid, 23 de agosto de 1933 - Barcelona, 25 de octubre de 2013. Párrafo de la entrevista titulada Amparo Soler Lealrealizada por Gabriela CAÑAS para El País, 13-8-1986.)

La realidad es, con demasiada frecuencia y para demasiados seres humanos, sombría y triste... Así que es muy de agradecer que haya mujeres (y hombres) capaces de incorporarse a grupos corales para despertarnos una risa cómplice o una sonora carcajada, a la vez que pueden soportar sobre sus espaldas y en sus ademanes toda la carga dramática de las tragedias de la vida... Así lo hacía Amparo Soler Leal con una naturalidad pasmosa nos envolvía más alla de cualquier fácil intento de provocar empatía en las miradas con respecto al personaje representado...
Incorporada desde finales de la década de los cuarenta del pasado siglo a la compañía del Teatro María Guerrero, encuentra el éxito en las tablas con el impulso de Luís Escobar, pero, cansada de la feroz exigencia de los escenarios (aunque no los abandonaría totalmente hasta 1970, con Viaje en un trapecio de Jaime Salom, y los recuperaría al final de su carrera con una versión de La Celestina de Fernando de Rojas, 1995; Salvajes de José Luís Alonso de Santos, 1997; y Al menos no es Navidad de Carles Alberola, 2005) debutará en el cine en 1952 (Puebla de las mujeres de Antonio del Amo) para encontrar una popularidad creciente a partir de 1961 (Usted puede ser un asesino de José María Forqué) y, plena ya de registros y capacidad para encontrarse con las masas populares o los públicos más selectos, convertirse en una auténtica actriz de culto a las órdenes de cineastas como Luís García Berlanga (Plácido, 1961; Tamaño natural, 1974; La escopeta nacional, 1977: Patrimonio nacional, 1980; Nacional III, 1982; La vaquilla, 1984; Todos a la cárcel, 1993; y París Tombuctú, 1999), Fernando Palacios (Vuelve San Valentín y La gran familia, 1962), José María Forn (La barca sin pescador, 1964), Pedro Olea (El bosque del lobo, 1971), Luís Buñuel (El discreto encanto de la burguesía, 1972), Jaime de Armiñán (Los amores del Capitán Brando, 1973; y Jó, papá, 1975), Antonio Giménez Rico (Retrato de familia, 1976), Pilar Miró (El crimen de Cuenca y Gary Cooper que estás en los cielos, 1980), Jaime Chávarri (Bearn o La sala de las muñecas, 1982; y Las bicicletas son para el verano, 1983) y hasta Pedro Almodóvar (¿Qué he hecho yo para merecer esto?, 1984).
Amparo Soler Leal ya no actuará más, pero su ejemplo debería prender en las nuevas generaciones de actrices (y actores) para, por mucho que lo desprecie el actual Ministro de Economía, ayudarnos a repensar la vida dramatizando sus absurdos... Y, ¿por qué no?, a reírnos, de vez en cuando, de ellos.
Nacho Fernández del Castro, 25 de Octubre de 2013

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