domingo, 13 de octubre de 2013

Pensamiento del Día, 13-10-2013



«Si uno quiere descubrir cualidades realmente excepcionales en el carácter de un ser humano, debe tener el tiempo o la oportunidad de observar su comportamiento durante varios años. Si este comportamiento no es egoísta, si está presidido por una generosidad sin límites, si es tan obvio que no hay afán de recompensa, y además ha dejado una huella visible en la tierra, entonces no cabe equivocación posible
(Jean GIONO; Manòsca, Alpes de Alta Provenza, Francia, 30 de marzo de 1895 - 9 de octubre de 1970. 
Párrafo de L’homme qui plantait des arbres –El hombre que plantaba árboles-, 1953 
-2007, por ejemplo, para una edición en castellano-.)
La naturalista confianza en la bondad humana (al menos como posibilidad) de jean Giono, literato ruralista demasiado olvidado, contrasta, cierto es, con las evidencias de este mundo de gentes con irreprimible vocación de pequeños o grandes estafadores.
La cosa llega a tal extremo que, por un lado, si uno no tiene nada (o casi nada) estará más seguro en los territorios de la exclusión, donde puede abundar la pequeña delincuencia o la rústica aspereza pero también una solidaridad casi física entre seres desheredados, que en los ámbitos de la ley y el orden, siempre propicios a convertir a quien poco (o nada) tiene en víctima propiciatoria para las ambiciones de una “buena sociedad” presta a aprovechar su poder (más o menos abundante) en beneficio propio y en perjuicio de quienes lo tengan en menor cuantía... Pero, por otro y sobre todo, si, tras el tiempo y la oportunidad para comprobar las cualidades de un ser, descubrimos una generosidad total, una carencia absoluta de egoísmo, una renuncia sin hipocresías a cualquier pretensión de recompensa, y la firme voluntad de dejar una huella clara y fecunda en la tierra, estamos, no cabe duda... ¡Ante un árbol!.
O alguien, como el bueno de Giono, totalmente identificado con ellos.
Nacho Fernández del Castro, 13 de Octubre de 2013

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