domingo, 1 de julio de 2012

Pensamiento del Día, 1-7-2012


«Los escritores, por lo general, han sido y son grandes fumadores. Pero es curioso que no hayan escrito libros sobre el vicio del cigarrillo, como sí han escrito sobre el juego, la droga o el alcohol. ¿Dónde están el Dostoiewsky, el De Quincey o el Malcolm Lowry del cigarrillo?. La primera referencia literaria al tabaco que conozco data del siglo XVII y figura en el Don Juan de Moliere. La obra arranca con esta frase: "Diga lo que diga Aristóteles y toda la filosofía, no hay nada comparable al tabaco... Quien vive sin tabaco, no merece vivir". Ignoro si Moliere era fumador -si bien en esa época el tabaco se aspiraba por la nariz o se mascaba-, pero esa frase me ha parecido siempre precursora y profunda, digna de ser tomada como divisa por los fumadores
 
 (Julio Ramón RIBEYRO ZÚÑIGA; Lima, Perú, 31 de agosto de 1929 - 4 de diciembre de 1994. 
Sólo para fumadores, 1987.)
Parece que el derecho a usar de lo que uno tiene al alcance para su propia satisfacción, aún a costa de renunciar a años de vida o a la salud postrera, está definitivamente en entredicho... Los “Padres de la Patria” (y también sus Madres) muestran especial empeño en configurar un arquetipo de la ciudadanía ejemplar que no sólo atañe al puntual cumplimiento con Hacienda (cuestión que incluso puede relajarse bastante siempre que uno gane suficiente dinero como para evadirlo), sino y sobre todo a la obligatoriedad de “ser saludable y favorecer los hábitos saludables de los demás”.
No nos dejan, en fin, renunciar a esa “prolongación de la vida” o la “salud de los últimos años” a cambio de nuestro gusto presente... Y dicen que lo hacen porque nuestra muerte temprana afea las estadísticas de esperanza de vida y nos hunde en la escala de desarrollo humano... Y nuestra mala salud postrera la habrá de pagar toda la ciudadanía del momento.
En realidad, lo sabemos, las causas son otras: a los Estados (y los intereses económicos que representan) les molesta especialmente que cada cual pueda “hacer de su capa un sayo”, les molesta que no alarguemos nuestra vida lo suficiente como para justificar y legitimar sus propuestas de prolongación de la vida laboral activa y el consiguiente periodo de cotizaciones a la Seguridad Social (y sobre todo a planes de pensiones privados “complementarios”), les molesta que cesemos brusca y prematuramente en nuestro papel de consumidores de cuanto la publicidad oficial nos dice que es bueno...
Evidentemente, Dostoiewsky, Quincey, Lowry o el mismísimo Moliere, como tantas otras y otros, hubiesen tenido serios problemas para entrar hoy en la nómina de los escritores publicables, pues su pluma nunca quiso ponerse al servicio de lo que los poderes establecidos consideraban saludable... ¡Ellos, esos poderes, se lo pierden!.
Nacho Fernández del Castro, 1 de Julio de 2012

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