«Un día, me dio por
transformar cosas pequeñas; transformaba un dolor en coma; convertía un alivio
en signo de exclamación; transformaba una esperanza en interrogación. Me gustó.
Me sentí medio hechicera.»
(Lygia BOJUNGA NUNES; Pelotas, Rio
Grande do Sul, Brasil, 26 de agosto de 1932. Fragmento de
“El
trueque y la tarea”, cuento
publicado en el libro Tchau, 1984 -Adiós, 1987 para la
edición en castellano-.)
Acaso, aquí y ahora, ante la presión del oprobio globalizado, como víctimas del miedo instrumental, desde el desgarro
por el hurto de nuestros propios
imaginarios colectivos, sólo podamos aspirar a “transformar cosas pequeñas”.
Convertir los pequeños dolores en trágicos comas, los placeres más comunes en éxtasis
sublimes, los mínimos alivios en gloriosas exclamaciones, los desánimos cotidianos
en profundas quiebras, las esperanzas confusas en interrogantes radicales, las
desesperaciones más habituales en rebeldías absolutas...
Transformaciones sencillas y humildes, pero, sobre todo, hechas
con la voluntad inequívoca de extenderse, de ser más y más colectivas... Porque
ese es, probablemente, el único hechizo
que, frente a tantas retóricas legitimadoras
de los intereses de los amos del mundo, nos puede sacar de ésta.
Nacho Fernández del Castro, 7 de Julio de 2012
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