«- ...No llegarán a ponerse de acuerdo.
Mira, Mary: un comité es la única forma de vida conocida que tiene cien
estómagos y carece de cerebro. Hasta que aparece alguien dotado de cerebro
propio, y les empuja a adoptar su plan. No sé cuál podría ser.
- De
acuerdo... Y, ¿qué solución propones tú?.
-
¿Quién, yo?. Ninguna... Si algo he aprendido durante los últimos siglos es que
estas cosas pasan lo mismo que han llegado. Las guerras, las depresiones, los
Profetas, los Tratados... Todo pasa. El secreto consiste en aguantar más que
ellos.
Ella
asintió, pensativa.
- Me
parece que tienes razón.
-
Seguro que sí. Se tarda cien años, por lo menos, para convencerse de lo buena
que es la vida.»
(Robert Anson
HEINLEIN; Cutler, Missouri, Estados Unidos, 7 de julio de 1907 -
Carmel, California, 8 de mayo de 1988. Methuselah´s
Children -Las cien vidas de Lazarus Long-,
1958 -1987 para la edición en castellano-.)
Nuestra
conciencia está determinada, ¿qué
duda cabe?, por las condiciones materiales
en las que se desenvuelve nuestra vida; pero, al final, cualquier cambio o transformación de la realidad
supone la acción de una voluntad
colectiva en la que se manifiesta un conjunto
de conciencias capaces de “interpretar
el espíritu de los tiempos”.
Sabemos
que, mientras llega ese momento, los intentos de “construcción colectiva” están
más regidos por el estómago que por la razón y, por ello, condenados a
múltiples desacuerdos, a variopintos callejones sin salida... Pero hay que
seguir en ello, aunque nos topemos una y mil veces con esos malentendidos y
rupturas.
No
basta esperar, resistir, aguantar más
que los paladines y gestores del oprobio
globalizado... Precisamente, porque ellos no nos dejarán cien años para
poder convencernos de lo buena que es la
vida... Y, además, porque para la inmensa mayoría de los seres humanos, objetivamente,
no lo es.
Nacho Fernández del Castro, 15 de Julio de 2012
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