domingo, 1 de julio de 2012

Pensamiento del Día, 30-6-2012


«No supo bien, por el claroscuro del rincón, lo que había aparecido en su cara bobalicona, si rubor o vergüenza, si curiosidad o enojo.»

(Enrique Sealtiel ALATRISTE Y LOZANO; México D.F., México, 15 de julio de 1949.  

Tan pordiosero el cuerpo, 1987.)

Toda vida se desarrolla, en su mayor parte, en rincones teñidos por claroscuros... Son raras, inhabituales, las grandes superficies plenas de luz, como lo son los zulos oprimidos por las tinieblas negras y densas.
Por eso casi todos vamos tirando a trancas y barrancas, deambulando de la curiosidad al enojo, del rubor eufórico a la vergüenza... Tratando de no mostrar a las claras, en fin, la confusión bobalicona de nuestro rostro ante un mundo cada vez más inhóspito, absurdo e incomprensible.
Al final, un mundo que sólo se hace comprensible para quienes, muy pocos, sí gozan de la luz permanente en las grandes extensiones que los demás les pagamos, sumisos o quejosos, de mil formas... Al fin y al cabo, sabiendo que cualquier mínimo enfado transformará las cosas a su capricho, no tienen porqué mostrar curiosidad alguna por cuanto les rodea; manejando a su antojo las claves y grados, naturales o artificiales, de su propia euforia, en ningún momento sentirán vergüenza alguna.
Bueno, acaso también quienes, muchos más, se saben condenados a la miseria acaben por adquirir la clarividencia comprensiva del todo... Ni la curiosidad ni la vergüenza tienen sentido cuando uno se hace consciente de que ya no tiene nada que perder.
Pero, para el resto, para la mayoría de nosotros, la cara bobalicona es inevitable, pues ni con toda la curiosidad del mundo podremos evitar el enojo ante mil situaciones que nos superan, ni con todas las pequeñas euforias personales podremos alejar la vergüenza por la incomprensión global.
Así nos luce el pelo.
Nacho Fernández del Castro, 30 de Junio de 2012

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