«Veremos que, lejos
de ser algo marginal, la Nada
no está nunca lejos de las tramas centrales en la historia de las ideas. En
todos los campos que exploremos encontraremos que hay una cuestión medular que
implica una correcta concepción de la
Nada y una representación adecuada de ella.»
(John David
BARROW; Londres, Reino Unido, 29 de noviembre de 1952. The book of nothing
-El libro de la Nada-, 2000 -2002
para la edición en castellano-.)
Aquí y ahora, en estos tiempos de mineros que
ven negado su derecho al trabajo (no
sin antes aporrearlos un poco) y banqueros que deben ser salvados (no sin
dejarles gozar, de paso, de algunas espléndidas primas, que, para ellos, no significan riesgo alguno), de profesorado y personal sanitario que debe ser
despedido (bajo el eufemismo de la “no renovación de contratos”) y constante
expansión de una casta política profesionalizada
(mediante despachos y/o corruptelas), de personas
dependientes abandonados a su (mala) suerte y privatizaciones (más o menos encubiertas) para convertir todo servicio público económicamente rentable
en (lucrativo) negocio... En estos
tiempos, digo, en los que se golpea y encarcela a las personas que defienden su
pan o su vivienda (con la desesperación
lógica de quien nada tiene y muy poco espera) mientras los corruptos y los
grandes evasores de impuestos campean a sus anchas (frecuentando los más
selectos y nobles salones), todo parece conjurarse para la última y radical representación de la Nada.
Salvo
los conjurados neoliberales que
sirven de voceros a los intereses del gran capital transnacional,
ya todo el mundo lo dice, incluidos los economistas recientemente distinguidos
por la Academia Sueca,
como Amartya Kunar Sen,
Joseph Stiglitz o Paul Krugman
(que suponemos no serán peligrosos radicales ni perroflautas desinformados): la apuesta exclusivamente centrada en
el ajuste estructural (léase recortes) conduce directamente (como ya
se comprobó en la
Latinoamérica de los años setenta o en el África de los
noventa) a lo más parecido al punto cero
de la economía, sin sector público,
sin consumo y sin empleo. O sea, esas políticas
restrictivas suponen la destrucción traumática del orden económico
preexistente (capitalismo regulado)
para dar lugar a otro nuevo (¿neoesclavismo?),
tal y como auguraba Naomi Klein en su Doctrina del Shock.
¿Qué
enfermedad mental tenemos quienes padecemos
y pagamos la dichosa crisis para
tener que padecer, por añadidura, este “choque curativo”?... ¡Ah!, sí: ese tipo
de neurosis experimental que deriva
en sumisión aprendida. Pero, al
menos, ¡que no intenten “curarnos” quienes nos la han inducido!: una vez más,
como hace más de un siglo, los mineros, con su lucha solidaria y colectiva (tan real como simbólica), están
señalando la única verdadera terapia para
resistir la “tentación de la Nada”.
Nacho Fernández del Castro, 12 de Julio de 2012
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